martes, 23 de marzo de 2010

EN RED



¡Como cambian las cosas!, ¿Hasta donde se puede llegar en un futuro próximo?...

Andaba atareado organizando mi agenda y los apuntes con las citas y compromisos que tenía para aquella semana y me di cuenta de que, el quiosquero, me observaba receloso. Por su actitud de los últimos días notaba que no acababa de entender los planes en los que le había embarcado y que exigían de él un profundo cambio de actitud.

Yo, ya le había explicado que la clave consistía en dejarse llevar por la corriente y que las gárgolas, cuando no podemos volar contra el viento, planeamos hasta encontrar un nuevo nivel donde el aire, en vez de frenarnos, nos de impulso.

 Todo eso es muy bonito, pero ¡Yo, no vuelo!- y se enfurruñaba volviendo a su permanente estado de mal humor.

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Ni más seguro perdedor que quien se aferra a hábitos obsoletos. Volar, crecer, explorar lo hacemos todos, solo hay que regular la intensidad del impulso a nuestras expectativas.

En marqueting se diría que marcamos un objetivo. Un punto al que queremos llegar.

En algunas filosofías orientales ese objetivo consistiría, precisamente, en no tenerlo. Es decir, conduciríamos nuestros pasos, nuestro vuelo, según las circunstancias sin ejercer presión, pero con constancia.

Para que se me entienda:

Una gárgola, contrata a una prestigiosa agencia de publicidad que le propone una maravillosa campaña de promoción que la posicionará, en un breve espacio de tiempo, como la más famosa de las gárgolas, y para ello se servirán de los métodos más punteros en comunicación y estudios de mercado. La agencia, para vender el nuevo producto, segmentará dicho mercado y canalizando sus esfuerzos hacía ese sector logra que su mensaje cale en quien lo escucha. A corto plazo, la gárgola está contenta y su objetivo cumplido.

Otra gárgola, vecina de la anterior, también aspira a prosperar. No le falta meta a la que llegar, ni es un ser resignado, así que encamina sus pasos sin agobios pero con constancia hacia su nuevo destino. Para ello se mantiene alerta y asume la rutina diaria destinando siempre una parte de sus energías a reafirmar sus convicciones.

También esta gárgola consigue sus objetivos. No de forma tan impactante como la primera, ni tan vertiginosa, pero si ajustada a sus posibilidades.

Así que las dos triunfan.

¿Como lo consigue la segunda de las gárgolas?
Como he dicho, lo primero es el propósito, luego la convicción y la serenidad. Lo que conduce siempre, a la consecuencia.

Hay quien defiende que nada es fruto de la casualidad, y que todo, sin estar predestinado, sucede por una razón. Depende de uno mismo discernir el camino correcto.

Daos un respiro y contemplad a vuestro alrededor, fijaos en los cambios sin asumirlos antes de comprenderlos. En estos tiempos; la tecnología, la formación y múltiples sistemas subvencionados están al alcance de vuestras manos y es imprescindible incorporar en vuestras decisiones todos estos valores.

Después del último apunte en la agenda, me acerque a mi compañero y le grite al oído.

-¡Mañana te toca ir a un cursillo sobre web"s 2.0! - Noté como las rodillas le temblaban.
-¡Pero si yo no entiendo de eso! - Y me miraba suplicante.
-¡Pues por eso!- sentencié autoritario, y me largué a que me diera el aire.

En red. Interconectados.
Nunca antes fue tan fácil acceder a cualquier información.
Redes sociales, negocios On-Line.
Conceptos que hace unos años parecían ficción y que las nuevas generaciones integran de forma natural es sus hábitos y que obligan a seguir el ritmo que ellos marcan.

Cuando sobrevuelo los callejones me doy cuenta de que todavía hay caminos inexplorados que están a la vista de todos vosotros: De la florista; del pastelero; del pesimista quiosquero; del joyero y el de la tienda de informática; y de aquel que montó una gestoría; o el otro, que regenta un establecimiento de hostelería. Todos y cada uno de ellos aún dudan que tengan algo que ver los unos con los otros, ignorando el potencial que tienen en conjunto.

El nuevo mundo está En Red, y no tiene porque ser solo en el ámbito virtual. Un terreno en el que muchos se sienten inseguros y que requiere una puesta al día difícil para otros.

Sin embargo, el concepto, es fascinante.
Unos, con otros, tejiendo entramados, aprovechando flujos de clientes, colaborando y contratando servicios comunes y como no, diseñando nuevos productos para nuevos mercados.

Poneos las pilas, la red se extiende rápido, apabullante y enigmática.

Alguien podría decirme, ¿Hasta dónde se puede llegar?

martes, 9 de marzo de 2010

HYDE



TEXTO: MIQUEL FARRIOL
LECTURA: JULIÁN GIJÓN

Aun no despuntaba el sol que despierta a la ciudad y yo ya estaba acabando de afeitarme. Tenía por delante un día apretado, repleto de tareas imprescindibles que no podía descuidar y me sentía agotado ya antes de empezar la jornada.

Mientras me aclaraba el jabón restante del mentón una sombra cruzó en el espejo que presidía el lavamanos. Sobresaltado por el fugaz cambio de luminosidad, levante la vista.

El terror se apodero de mí. Justo enfrente, enmarcado por los límites del cristal, un rostro horrible me devolvía la mirada y se movía al mismo tiempo que yo lo hacía.

Creí ahogarme incapaz de controlar el aire que mis pulmones aspiraban y petrificado como estaba, no sé cuantos minutos transcurrieron antes de reaccionar.

El ser infernal se mantenía al otro lado del espejo, sin hacer nada, imitando mis gestos con una complicidad que no entendía. Sus enormes ojos de dragón se clavaban en los míos y, a pesar de sus terribles colmillos, mimetizaba la mueca de asombro que se me había quedado en los labios.

Tenía la piel grisácea como el granito y unas puntiagudas orejas, semejantes a las de los murciélagos.

Me mojé repetidamente la cara con la esperanza de que la visión se desvaneciera, pero el monstruo no se marchaba y termine por familiarizarme con sus rasgos.

¿De donde había salido aquello?, Y sobre todo, ¿Qué quería de mí?

Convencido de que la falta de descanso me había perturbado la razón recuperé el control y le di la espalda, abandonando el cuarto de baño.

Me apresuré con los últimos toques en mi vestimenta, abotone mi abrigo y salí a la fría mañana de aquel febrero funesto.

A medio camino de mi puesto de trabajo, una pareja embozada con bufandas y gorros de lana, se cruzaron conmigo y por un momento, nuestras miradas se encontraron.

Él más alto, sin duda, era un gigante devorador de niños, y su compañero un fauno con cornamenta retorcida.

En la esquina, una mujer solitaria también encaminaba sus pasos en dirección contraria a la mía y cuando estuvimos a la misma altura me fue fácil identificarla como una valquiria guerrera capaz de cortar la cabeza a quien amenazase sus intereses.

Poco a poco, rodeado de visiones llegue al local donde trabajaba y tras el ritual diario de encender las luces, recoger correo y poner en marcha ordenadores y maquinarias diversas me acomode a la espera de clientes. Ya clareaba sobre las azoteas y yo seguía evitando posar la mirada sobre cualquier superficie que reflejara mi imagen.

Entonces una bruja despeinada con un niño ogro entraron en el local y curiosearon por las estanterías de mercancías.

Y lo vi todo claro.

La gárgola del espejo no era una aparición de otra dimensión, sin duda siempre había sido yo. Yo mismo, o una de mis caras. Una más de tantas. Lo mismo que la bruja o el fauno, en cada una de esas entidades habitaban más personalidades de la que se veía a primera vista y nadie era el mismo durante todo el tiempo. Los temores que sentía se alejaron al comprender que hay momentos en que conviene ser un elfo suave y místico, o un bohemio trovador amante de la buena vida. Otros días es mejor que mister Hyde asuma sus responsabilidades y tome las riendas de los acontecimientos.

 Bienvenido, Mr. Hyde. Hoy tenemos trabajo por delante.
 Siempre me llamas cuando las cosas se te ponen difíciles. - Retumbo una voz en mi cerebro.
 Así es- Contesté a mi propio fantasma- Necesito de tu fuerza.
 Dime que hay que hacer, y lo are.

Y era cierto, yo, el vecino tranquilo y amable, podía ser una gárgola, un bufón, un entrañable acompañante o un brutal Hyde que se desenvolvía con seguridad en cualquier situación. Sin miedo ni verg? con toda la potencia de quien se sabe fuerte. Y los que me rodeaban también ocultaban monstruos en sus corazones que se disputan el poco espacio que ocupa el alma.

Quien me conoce sabe que soy un ser humilde, algo débil y propenso a la vaguería. Si por mí fuera, me alejaría de las multitudes y pasaría los días contemplando como danzan las nubes o como el viento mece las hojas de los árboles. Pero en el segundo milenio, la vida contemplativa no da de comer, ni viste mis carnes. Así que hace tiempo me propuse una lucha conmigo mismo y con los distintos habitantes de la caverna de mi espíritu. Y encontré a Hyde. Mi salvador.

Cuando dominas a los distintos inquilinos de tu personalidad, los alimentas y dejas que se desenvuelvan cuando toca, aprendes sus nombres y puedes llamarlos cuando te hacen falta. Así que dejaré que el espejo me devuelva la imagen de mi rostro desfigurado, o enviaré a Hyde en los momentos en que tenga que mostrar mi lado más fuerte, más seguro y embaucador. Puedo confiar en él ? que soy yo ? pues, puede llegar a ser encantador y sabe desenvolverse en cualquier baile de mascaras.

¿Cuantas personalidades más aprenderé a controlar?

¿Los médicos verán en mí al prototipo de esquizofrénico? ¿O reconocerán sus propias identidades?

¿Somos lo que somos?... O somos mucho más.

Yo estoy contento, aliviado, sigo siendo el soñador predispuesto a dispersarme, pecador y voluble, pero poco a poco, con el tiempo, aprendo a controlar a mis demonios para que se pongan a mi servicio.

Y de esta forma, cuando me hace falta y los acontecimientos me sobrepasan conecto con mi interior y saludo.

- Bienvenido, Mr Hyde.