viernes, 28 de enero de 2011



11a COPA COMERÇ
Isaac Albert
Regidor de l'Ajuntament de Terrassa i Tinent Alcalde
de l'Àrea d'Acció Social i Drets Civils
President de la secció local de d'ERC de Terrassa

miércoles, 26 de enero de 2011

TRES CUENTOS



LIMBO

Cerca de la puerta de salida, espero ha que llegue mi turno.
Éste, es un lugar caótico, donde nada es lo que parece y la convivencia con los otros habitantes del lugar se hace complicada. Cada uno con sus propios intereses, con sus razones y circunstancias que nos hacen distintos y en ocasiones irreconciliables.
Aquí, como abajo, en el mundo terrenal, son muchos los estratos, niveles y estancias que nos separan. Cada uno de nosotros se acomoda como puede en el lugar que le corresponde, sintiéndose el más original o el más romántico. Otros, simplemente, dan miedo.
Ha diferencia de vosotros, humanos, nosotros, los habitantes de este limbo dantesco, somos eternos. Podemos perdurar en el tiempo y, durante nuestra existencia, crecer haciéndonos inmensos y parte de vuestra cotidianidad. Sin nosotros, vuestra vida es pobre, insulsa y llena de monotonía pues la evolución se nutre con nuestra influencia.
No es fácil esperar a que te llegue el turno. En este lugar la rivalidad devora nuestra esencia y lo mismo surgen terribles monstruos de las profundidades que invaden la habitación, que aparecen diosas hermosas de alma guerrera que te salvan de sus garras.
Todo se entrelaza, nos mezclamos, nos abrazamos. A veces, cuando perturban nuestro espíritu, denunciamos, explicamos o enamoramos, siempre con la esperanza de arraigar en vuestros recuerdos, para quedarnos ahí, formando parte de vuestras vivencias y aportando lo que somos mientras formáis vuestro carácter.
Hoy siento que alguien me llama y sé que es mi momento. Cruzaré este umbral sin retorno, y pronto, todos me conoceréis. Irrumpiré en vuestras vidas y me quedaré con vosotros para siempre. Los que me elijan, con el paso del tiempo, puede que me crean olvidado pero una vez liberado de este encierro, nadie puede borrarme del todo de sus recuerdos.
El autor que me descubrió en el limbo de las musas, empieza ahora su relato, que soy yo.
Una historia nueva llena de aventuras, fantasía y misterio.





LAS CARTAS, SOBRE LA MESA

Las malas noticias deberían llegar en sobres negros y escritas en planchas de plomo.
De poder elegir optaría por fraccionarlas en pequeñas ampollas de cristal convenientemente etiquetadas y así controlar la dosis de infortunio que el espíritu puede soportar. Pero hay veces que la mala racha llega en cubos llenos.

Con la ayuda de un abrecartas desgarró el envoltorio del paquete que acababa de recibir. Impaciente, se deshizo del papel para concentrarse en una pulcra hoja impresa. No le hizo falta leerla para saber que habían rechazado su novela, otra vez.
Defraudado, lanzó embalaje y manuscrito a la papelera y estuvo tentado de prenderle fuego, pero reparó en el resto del correo que esperaba sobre el escritorio.
Con diferentes remites, entre diversa publicidad; un sobre de su banco, otro de su compañía de seguros y el tercero, de mayor tamaño, con el logotipo del centro de salud, guardaban turno. Pensó que podía dejarlas para más tarde aunque eso no cambiaría su mensaje.
Todas eran cartas esperadas y todas le daban miedo.
Con su blancura inmaculada no avanzaban ninguna pista sobre las noticias que contenían y sin embargo las tres modificarían el rumbo de su vida.
¿Cuál abriría primero?. Las malas noticias deberían llegar en sobres negros.



TATUAJES

La aguja recorría mi piel martilleando con lujuria las líneas marcadas.
El dibujo, antes confuso, empezaba a tomar forma cobrando sentido y una profundidad que alejaba el dolor de las incisiones.
Aunque el cuvículo donde se realizaban los trabajos era aséptico, el acto en sí era abrupto y cargado de complicidad.
Él, ya lo sabía, llevaba años tatuando a personas llevadas hasta allí por las más diversas razones y ese tiempo de aprendizaje hacía que, ante él, la gente fuera más transparente y le era fácil ver a través de cualquier coraza.
Su verdadero arte no consistía en dibujar filigranas, o barrocas escenas. Su don, su magia iba más allá y con la persona adecuada podía compartirlo.
Entendí que su trabajo no era el de un dibujante que decora la vanidad de sus clientes, lo que él hacía era extirpar, rasgar, liberando el tatuaje que siempre había estado ahí, bajo la piel, oculto por convencionalismos, por temores y malsanas privaciones. Con su técnica me hacía menos opaco a mí mismo dejando que alguno de mis demonios vieran la luz para mostrarse tal cual, dolorosos y ávidos de participar en mi existencia.

Dentro de uno, bajo la piel, conviviendo con cada una de las moléculas que nos componen, existen pasiones y angustias, emociones y frustraciones que se alimentan de alma, de su fuerza vital.
Manteniéndolas ocultas en nuestro averno particular, privándolas de luz sólo conseguimos enquistarlas, agrandado su mal.
Un tatuaje es una herida que se lleva por siempre, y que una vez cicatrizada se convierte en huella del paso del tiempo, eliminando una tumba de las que pesan en el corazón. Te hace más libre, porque tienes algo menos que ocultarte, mostrándole al mundo esa oscuridad secreta.

NOTA: tres historias finalistas en el concurso de relatos cortos (max.250 palabras) del Diari de Terrassa.

miércoles, 5 de enero de 2011

NI VIVO, NI MUERTO




Hace días que me persiguen. Desde que dieron con mi última guarida me oculto en las calles menos transitadas, evitando las horas de luz, aliándome con las sombras vespertinas.
Sin equipaje, con lo puesto, busco una salida a esta situación de privaciones y angustia.

El metro de la línea siete frenaba su maquinaria al llegar a la parada bajo tierra. Por el rabillo del ojo vigilaba a dos individuos que bajaban por la escalera mecánica y que parecían interesados en mi.
Las puertas del vagón se abrieron expulsando aire caliente hacia el anden y me lancé de un salto a su interior. Los vanos se cerraron justo en el instante en que los dos hombres llegaban a su altura y golpeaban el cristal, llenos de fustración.
El tren se puso en marcha hundiendo su maquinaria en los negros túneles. Por esta vez, estaba a salvo pero estaba claro que debía abandonar la ciudad y buscar un lugar solitario donde recomponer mis ideas, trazar un plan y conseguir el equipo necesario para mi huida.
Tomé asiento en un extremo del vagón, alejado de los escasos viajeros, resoplando con alivio. Estaba agotado y necesitaba un respiro. Me puse a rebuscar en mi macuto y saqué un papel doblado que guardaba en uno de sus bolsillos, era un pasquín que ya amarilleaba y que tenía rozaduras en los pliegues. La foto en blanco y negro que había impresa era la de mi propio rostro un par de años atrás y el encabezado era demoledor:




“ SE BUSCA” – y al pié de página - “VIVO O MUERTO”- Y una cifra en euros que hacía el reclamo más que tentador.
No podía evitar una sonrisa cínica cada vez que contemplaba aquella hoja que ponía precio a mi vida, nunca pensé que yo valiese aquella fortuna. Le di la vuelta al papel y me abstraje de mi tragedia releyendo una y otra vez la palabra garabateada en el dorso con mala caligrafía; BOHEMIA.

Ya más relajado, guardé el folleto que me condenaba y cerré los ojos dominado por el cansancio. Dejaría que el tren llegase hasta el final de su recorrido, en las cocheras y luego volvería a la superficie, en la ciudad ya habría caído la noche, que guardaría mi espalda. Por ahora, descansaría un rato.

No recuerdo cuando empezó este desatino en que tipos como yo, empezamos a ser detenidos y retirados de las calles. En algún momento, la humanidad se infectó con un terrible virus que anulaba algunos de sus sentidos y los hacía inmunes a la compasión, a la empatía y a la creatividad. Sin aquella capacidad emocional, los bajos instintos, la desidia y otros defectos innatos de nuestra genética como la envidia y el egoísmo se apoderaron de las mentes bloqueando a las personas convirtiéndolas en infectos zombies que machacaban a los débiles e imponían su ley por la fuerza.
En el mundo ya no había sitio para el amor, solo la ambición cubría las expectativas de sus pobladores.
Los que por alguna extraña razón no resultamos contagiados, fuimos perseguidos, interrogados y puestos en listas negras. No era fácil ocultarse, aunque se intente, las emociones, los sentimientos siempre traicionan a sus máscaras y ya sea el brillo de una lágrima incipiente o una sonrisa contenida, acaban por delatar a los románticos.

Cuando el tiempo pasó, los zombies, tomaron el control absoluto imponiendo leyes más restrictivas. Los medios públicos y privados radicalizaron sus informaciones en busca de audiencia y beneficios, devaluando la moral y la ética. Las mentes se unificaban y la libertad se resentía. Valores antaño obligados en la conducta de los hombres, mutaban a formas dictatoriales que privaban de la necesidad de pensar por uno mismo y dócilmente acatar cualquier imposición gubernamental. Los artistas fuimos prohibidos y finalmente, ajusticiados. Éramos una casta peligrosa siempre haciendo planes, cuestionando la belleza de la vida y describiendo los sueños más inverosímiles.
Al final una ley marcial y el control mediatizo absoluto bastaron para someter a la mayoría de los humanos. Se restablecieron viejos roles, casi cavernícolas, dejando muy claros los límites y responsabilidades para con la sociedad, globalizando nuestras vidas en una burbuja de autómatas.

Un viejo amigo, pintor sin éxito, poco antes de ser arrestado me habló de un lugar donde unos pocos resistían. Aquel refugio acogía a gentes llegadas de cualquier punto del planeta y su enclave era un secreto muy bien guardado.

- Hoy he arrancado esto de una farola. Lo siento.

Mi amigo me entregó el papel donde se ponía precio a mi cabeza porque un día escribí unas líneas y algunos las leyeron. - Dale la vuelta- dijo el pintor – Y giré el cartel. Los trazos de un mapa conducían al lugar donde se refugiaban los huidos.

- Me voy a Bohemia, ¿Te vienes conmigo?
- Si, tío, vengo – Contesté con lágrimas en los ojos.

A él le detuvieron en un supermercado mientras compraba víveres para el viaje y yo me oculté durante días.

Aunque me persigan los necios y cientos de amorfos y desconsiderados zombies sin cerebro. Aunque me acorralen los egoístas que ambicionan mi energía, a pesar de tener que ocultarme al paso de radicales sordos o de tener que defenderme de hordas de apólogos de la incultura. Ni vivo, ni muerto, a mí no me cogerán.

NOTA: La foto tiene copyright: 2010©1b7