martes, 10 de noviembre de 2009

EL DESEO


Después de tanto tiempo ya estaba contagiada del mal humor que destilaba el quiosquero en el alambique de su estómago. Trabajar siete días a la semana, no es sano y por algún sitio tiene que salir tanta porquería.
Decidida a airearme, desplegué las alas y me largué a rondar por la ciudad volando sin rumbo, atravesando avenidas y planeando sobre los edificios más altos hasta que serené mi ánimo.
Cuando los músculos empezaron a dolerme bajé al suelo para mezclarme con los transeúntes y aprovechar que era hora punta y las calles estaban repletas, lo que me permitía tener una perspectiva tridimensional de los humanos.

Caminando entre ellos, como uno más, sus pensamientos me golpeaban y mi intención de tomarme un respiro se desvanecía con rapidez.

Al fin comprendí que aquellos seres vivían en permanente estado de agobio y que siempre había alguna razón que les preocupaba y les producía ansiedad. La inseguridad les perseguía y como su sombra se aferraba a sus talones limitando sus pasos.
Yo ya se que nadie escucharía a una gárgola, y que mucho menos iba a aceptar un consejo de un engendro de grifo, pero alguien debería llevarles el mensaje de que su mayor enemigo es su propio deseo.

Sois los únicos pobladores de la tierra que fabrican su propio destino y aún así nadie disfruta de ese privilegio y siempre piden más, siempre desean más, siempre aspiran a más.

Despojarse de ambiciones no es fácil, pero si medicinal. Equilibrar el ahora, el instante preciso he irrepetible, puede saber a poco, aunque, si se medita, es lo único que importa.

En los negocios no se actúa así y la falta de proyecto es sinónimo de fracaso y cualquier técnico de márqueting echaría a los leones mis argumentos.
Lo cierto es que una persona que busque esa armonía individual podrá comprobar como las cosas se enderezan y discurren con naturalidad. También en el trabajo los caminos se vislumbran más nítidos y se esta más atento a las oportunidades.

Un proceso de desapego que implica la eliminación del deseo exige menos esfuerzo del que se piensa. Sin deseo no hay desengaños ni frustraciones y eso debería bastar para elevaros un peldaño hacía la serenidad de espíritu con la que tener una visión más clara frente a cualquier situación.

Os invito a disfrutar de la maravilla de una fracción de segundo, de un minuto, de una hora o si podéis de un día completo en el que no hagáis ningún plan ni busquéis soluciones que sabéis no están en vuestras manos y limitaros a vivir, como un gárgola, sólo contemplando.

Horas más tarde regresé al quiosco contento de ser un monstruo capaz de convertirse en piedra.

2 comentarios:

BANDOLERA dijo...

Como siempre, me encanta la Gárgola. Y esta vez me ha hablado tan claro... Seguramente es budistam y en esta filosofía tiene más razón que un santo.

El Peregryno dijo...

Saludos de otras Gárgolas.
Interesante...Una Gárgola budista, pudiera ser.
www.icaroincombustible.com