miércoles, 22 de diciembre de 2010

10a COPA COMERÇ



10a copa comerç
ROSA MARIA ROS I PANÉ

Presidenta de la Federació de Comerciants de Terrassa

CAMINO DE OZ



A Dorothy le habían contado que las respuestas que buscaba se encontraban en el reino de Oz. También le advirtieron que sería un largo y pesaroso viaje, siguiendo siempre el camino de baldosas amarillas.
Como nadie había hecho antes aquella ruta, lo que iba a encontrar mientras caminaba era un misterio y debía estar preparada para superar los imprevistos que se acaeciesen. Tampoco nadie pudo contarle si existían cruces o bifurcaciones que la desorientaran, poniendo su instinto a prueba.

Partió sola, dispuesta a no parar hasta llegar a las puertas de la Ciudad Esmeralda, donde se las ingeniaría para ser recibida.
Para su sorpresa, al poco de caminar, se encontró ante un paisaje inesperado y diferente y sintió un poco de miedo al comprender lo desvalidos que estamos lejos de un entorno familiar, pero se concentró en las grandes baldosas de piedra amarilla que la conducían a la primera de las aldeas y se internó despacio en sus calles.

Cuando vio a sus habitantes se quedó helada. Las aceras estaban llenas de personas que pululaban con la mirada perdida. Otras yacían sin hacer nada, como si nada les importase. Nada parecía organizado y el caos era total. La ciudad se desmoronaba y nadie parecía capacitado para poner remedio.
Dorothy habló con ellos y quiso saber él por qué de aquella desidia.

 Nosotros somos tontos. En lugar de cerebro, nuestras cabezas están llenas de paja y somos incapaces de pensar ¡ Nada podemos hacer!

La recién llegada estuvo días entre aquellos benditos inocentes y poco a poco les convenció de que sus cerebros estaban donde debían de estar y si alguien les llamó simples, ellos, debían demostrar que no lo eran. Para ello, para que aquello funcionara les aconsejó que se echaran al camino y descubrieran si eran capaces de valerse por sí mismos. Tal vez, durante el viaje, se dieran cuenta de que nunca fueron tontos y de que sus ideas también podían ser buenas.

La comitiva avanzaba a buen paso por la senda dorada y Dorothy controlaba que nadie se dispersara, extraviándose. Cuando aparecía un desvío, consultaba con los espantapájaros que se convencieron de que su opinión también contaba y de que entre cientos de disparates siempre se cuela algún acierto.
Con algún que otro tropiezo llegó a la Ciudad de Metal, donde fornidos leñadores talaban los bosques cercanos.
Eran tipos rudos, embozados en corazas metálicas que trabajaban de sol a sol siempre con la mirada baja. No se saludaban, no compartían nada y cada uno iba a lo suyo.
Aquel lugar tampoco tenía futuro, todo chirriaba en un ambiente tenso, sin afecto ni camaradería.

 Aquí nadie tiene corazón. Por eso no congeniamos.

Aquello entristeció a Dorothy, que reaccionando con desparpajo, sin pedir permiso, apoyó su oído en el pecho de uno de ellos y dijo:

 Tum, tum, tum... Aquí suena algo. Yo diría que es un corazón que late. Bajo vuestro pecho de hojalata siempre hubo un alma bombeante que os hace iguales, solo tenéis que escucharlo.

Como tambores desbocados, los latidos de los leñadores llenaron el bosque y en ese instante todos empezaron a compartir tareas, a contarse historias y a hacer planes conjuntos. Solo hacía falta que alguien les dijera que podía hacerlo, que se olvidaran del miedo a mostrarse y que trabajar unidos les permitiría afrontar objetivos más importantes.

Dorothy ya no estaba sola, acompañada por los hombres de paja que habían aprendido a pensar y por los leñadores de hojalata emocionado con el hecho de compartir, se internaron en un espeso bosque, siguiendo las baldosas que les guiaban.
No tardaron en sentirse observados por sombras que le vigilaban sin mostrarse, aunque lejos de ser una emboscada, los que se ocultaban, parecían más interesados en no ser vistos pasando desapercibidos, sin cruzarse en su camino.

 ¿Por qué no salís? ¡Quiero veros! - Gritó Dorothy.
 Tenemos miedo – se oyó una voz tras la maleza – aquí no tenemos valor, nos asusta lo desconocido. Es mejor que nos quedemos escondidos, así estaremos a salvo.

Los hombres de hojalata, siguiendo las órdenes de los espantapájaros, se internaron en la espesura y convencieron a los habitantes del bosque para que se mostraran. Para su sorpresa, ante ellos, una gran manada de leones avanzó con paso tembloroso.

Pasados unos días, los felinos, comprendieron que su estrategia era un error. Ocultarse ante los problemas les impedía avanzar, convirtiéndose en súbditos de sus propios temores. La comodidad de su anonimato había sido su propia trampa.
Primero maullaron y al poco, ya estaban rugiendo como auténticos leones.

Aquel era un curioso escuadrón de personajes singulares. Los primeros que siempre creyeron que sus ideas eran bobadas. Los segundos, incapaces de congraciarse con los vecinos se sentían solos aun viviendo en comunidad. Los últimos, que se escudaban en las sombras para no tener que involucrase. Al frente de todos ellos, la buena de Dorothy y su ilusión por cambiar las cosas.

Poco se imaginaban lo que entrarían al llegar al Reino de Oz. La Ciudad Esmeralda.
Unos muros grises cerraban un feo conjunto de edificios descoloridos y llenos de moho, pero no parecía importunar a nadie.
El mago que gobernaba aquel sitio con artimañas había convencido a sus habitantes para que siempre llevaran unas lentes con cristales tintados de verde, creando la ilusión de que vivían en un reino de esmeraldas. Disfrazaban sus problemas sin cuestionar las decisiones del mago. Engañándose a sí mismos, incapaces de ver la realidad, acomodados en un estado de falso bienestar.

El cuento sigue y Dorothy nunca se desviaría de su camino. En su viaje, ella, encontró las respuestas que buscaba y una revelación que siempre guardaría en su corazón.
Las cosas no siempre son como nos dicen. Cambiarlas, es solo cuestión de proponérserlo. Pero para eso hay que seguir un camino de baldosas, quién sabe sí amarillas.
A lo mejor es el mismo sendero que tomó Dorothy.

lunes, 20 de diciembre de 2010

MARKETING



Una gran mesa de madera noble presidía la sala de juntas. Sentados a su alrededor, los directivos de los principales grupos de comunicación del planeta, esperaban en silencio a que diera comienzo la presentación, inquietos, en sus sillones de piel de avestruz.
Sus pupilas, gélidas como el mármol que recubría las paredes del despacho, evitaban cruzar miradas que desvelaran sus pensamientos.
En uno de los extremos de la sala, una pantalla blanca y un atril creaban cierta expectación y en aquel momento un muchacho pulcramente trajeado, tomó posiciones frente a los artilugios.

- Señores, buenas noches – Dijo, dirigiéndose a los magnates. - Ante todo quiero agradecer la confianza que su corporación ha depositado en nuestra agencia y los medios con los que se nos ha dotado para llevar a buen fin nuestro estudio.

La atención de los ejecutivos de cuentas, de cada una de las empresas representadas, era patente y no se perdían ningún detalle de los gestos, rictus y palabras que aquel genio de marketing. Algunos veían en su juventud un problema y dudaban de su maestría. Otros le admiraban por su arrojo y lucidez.

- Hoy presentamos nuestra propuesta y estamos convencidos de que, en la situación actual, es el único camino para reconducir sus finanzas a un nivel, digamos, de alto rendimiento.
Por favor – e hizo un gesto con la cabeza a uno de los asistentes de protocolo, que apagó las luces y accionó el mecanismo que bajaba las persianas, cerrando las cristaleras.

Todo quedó a oscuras y en aparente silencio.

Las retinas recordaban la blancura de la pantalla desnuda, pero en realidad no podían verla.
Pasó un minuto entero y se oyeron varios carraspeos y algún murmullo. La negrura era total y la pantalla seguía a oscuras.

En el atril, oculto como una sombra, el creativo, apretó los puños con el corazón latiendo a toda velocidad, y dejó pasar otro minuto en el que no ocurrió nada.
Impacientes, los prohombres se agitaban nerviosos y un extraño rumor iba apoderándose del espacio. Acostumbrados como estaban a controlar cualquier situación, a oscuras, estaban desvalidos y estafados.
Si aquello era un problema técnico, empezaba a ser bochornoso.
El organizador del encuentro, indignado, ordenó a los asistentes que encendieran la luz y acabaran con aquella pantomima.

- Aún no, la presentación no ha terminado – Se impuso el joven del atril – Les ruego que sigan atentos.

Volvió el silencio envueltos en aquel velo opaco y no sucedía nada. Solo negrura e impotencia.

Armándose de valor, el creativo, aguantó la escenificación durante veinte minutos más, tiempo en el que el nerviosismo fue creciendo y algunos intentaron abandonar la sala a tientas, pero las puertas no se abrieron. Cuando protestaron airados no recibieron ninguna respuesta y desconsolados palparon los respaldos de las butacas para recuperar su sitio en la mesa donde contuvieron su pánico. Otros, indignados, amenazaban con tomar represalias.
Todos estaban tan confundidos que solo escuchaban su propio miedo y aquello era aterrador. Nadie sabía qué estaba pasando a su alrededor.

Una alarma auditiva con un agudo pitido electrónico, dio el aviso de que el tiempo de oscuridad debía cesar y la pantalla se iluminó de repente, deslumbrando con su blancura a los cegados empresarios.
Sin tregua, una frase se mecanografió con letras negras.

- DEJA AL MUNDO CIEGO Y PAGARÁ POR VER.


La animación duró el tiempo justo para poder leerla y todo volvió a caer de nuevo en las sombras.
Como sucediera al empezar la sesión, los cerebros abrumados de los cegados, seguían leyendo el eslogan aunque ya había desaparecido.
La negrura duró aún otro minuto.

Seis meses después, los magnates de la comunicación de todo el mundo, hicieron público el acuerdo firmado en aquella sala.
Después del verano, todas las corporaciones del sector de la información, cesaban en sus actividades dejando de emitir sus canales de televisión, radio y de editar prensa escrita, clausurando sus ediciones digitales y disolviendo todas sus cadenas de distribución.
En ese instante, el mundo se quedó ciego, ignorante y sin rumbo. Solo las cadenas públicas siguieron con su actividad, pero con el tiempo se volvieron tan endogámicas que solo interesaron a un tercio de la población.
Hubo quien recurrió a Internet y a medios independientes, pero estos carecían de una estructura real y sin poder parasitar a los verdaderos profesionales de la información, pronto se quedaron sin contenidos y muchos desaparecieron.
Medio año más tarde, la sociedad, sumida en la insidiosa ignorancia necesitaba abastecer su sed de conocimientos y le era imperioso saber qué estaba pasando con el mundo y estaba dispuesta a todo.

Con la llegada de la primavera, el insolente creativo, conectó el televisor y escogió entre los ochocientos canales de pago, se sentó frente a él, con la prensa del día sobre el regazo.
Su arriesgada campaña había sido un éxito y todo volvía a ser como antes. Solo había que pagar un precio justo por ello.

La oscuridad puede revelarnos más que el derroche de luz de un rayo fulgurante. En esta vida, cada cosa tiene su precio.
No ver, sin ser ciego, no escuchar, sin ser sordo, es una terrible tortura difícil de superar.
Si pudieras ¿No pagarías por ello?.

lunes, 6 de diciembre de 2010

LA MAGIA DEL CABARET


ESCRITO POR MIQUEL FARRIOL
LECTURA, JULIÁN GIJÓN

El número siempre empezaba de la misma manera. Mostraba la chistera al público que podía ver su fondo oscuro y vacío. Tras un ligero toque con su varita, alargaba la mano desnuda al auditorio para después, con gesto liviano, introducirla en el sombrero.
Todos los presentes sabían que sacaría un conejo blanco como la nieve, pero nadie quería perderse aquel momento de magia. Como pasa con los Clows, los magos, tienen un poder especial, algo que contagia.
Yo, como todos, sabía que el sombrero ocultaba un doble fondo, un burdo truco. Una gárgola siempre encuentra trabajo como monstruo de feria y he aprendido de sus artimañas. El espectáculo consiste en eso, en convertir la fantasía en algo tangible.

Antes que el mago, actuaó el tragasables, que devoró fuego y se introdujo un metro de acero por el esófago. Los contorsionistas, que dislocando articulaciones se retorcían sobre ellos mismos, y domadores de chihuahuas, pues el escenario era diminuto y no daba para meter leones.
Ninguno como él, capaz de hacer aparecer conejos de la nada, llamaba tanto la atención, pues su arte era pura ilusión.

En realidad era así de fácil deslumbrar a los espectadores, dispuestos como estaban a creer y dejarse llevar.
El espectáculo continuó con números clásicos de cartas, pañuelos y botellas que se transformaban en rígidos ramos de flores y todos ellos se cerraban con aplausos. En la segunda parte de la actuación, un ayudante despejó el escenario de atrezzo, dejando al mago solo en su círculo de luz. Con solemnidad esperó a que los murmullos se apagaran y el silencio fuera absoluto.
Fuera lo que fuera con lo que el artista quería sorprenderles, el público ya estaba entregado, casi en estado hipnótico y creerían sin reservas en cualquier acto imposible. Confiados, se dejaban convencer por aquel tahúr de la ilusión, que manipulaba la realidad con la elegancia de un bailarín. Con su chistera, su frac y sus guantes blancos les conducía a un mundo fantástico, a un lugar mejor donde todo era posible.

En el foso, el pianista que se conocía la función de cabo a rabo, tocaba su música siguiendo la coreografía del artista y se preguntaba.

- ¿Es que no se dan cuenta de que hay truco? ¿No ven que esconde sus cartas en la manga? Ese tío puede birlarles el reloj sin que se den ni cuenta y aun así ¿Le aplauden? ¡Menudos ilusos!

La función terminó con la noche ya avanzada y el dueño del cabaret cerró las puertas cuando despidió al último de los clientes. La velada había ido bien. El mago, una vez más, fue la estrella.

Con una carpeta con partituras bajo el brazo, el músico del piano, volvía a casa atravesando calles vacías de gentes. Sus pasos devolvían un ligero eco en la soledad de la noche y los semáforos daban órdenes luminosas en los cruces sin tráfico.
Al pasar junto a un muro que cerraba un viejo solar, unos carteles encolados en la pared, llamaron su atención.
El viento los había rasgado, pero se podía ver lo suficiente.
En uno se anunciaba el cabaret donde tocaba su música y tenía la foto del mago con su chistera. En el otro, un rostro de grandes dimensiones y con la sonrisa congelada en el estudio del fotógrafo y calculada mirada penetrante, junto a un eslogan y el anagrama de un partido político.
Se detuvo divertido ante aquel improvisado hermanamiento. Los dos se movían en estratos parecidos y ambos podían persuadirnos para creer en lo imposible. Uno con su chistera, el otro con sus promesas.
Imaginó al candidato sacando conejos de la nada, en sus mítines, encandilando a sus seguidores e intentando convencer a los indecisos y se sonrió al ver, en su fantasía, como cada gesto era parte de una estudiada coreografía.
Aún estuvo un buen rato ensimismado con los dos carteles.
La magia devolvía la ilusión por lo imposible. El político podía hacer lo imposible, real, convertir sueños y proyectos en cosas palpables que acoplar a nuestro bienestar. El primero a golpe de varita encantada, el segundo olvidándose de conejos y fondos falsos, de mangas trucadas y trampillas en los bajos de su discurso.

Eran tiempos difíciles para el cabaret, para los músicos, para los magos. Los encantamientos, los trucos visuales, los pañuelos y cintas multicolores distraían y relajaban a los ciudadanos y por una noche se premiaban con una entrada al teatro para reír y soñar pero en realidad, la magia que esperaban era otra mucho más prosaica y alejada de bambalinas.
Esta noche nos esta permitido soñar, dejarnos engatusar, descansar de nuestros problemas, pero mañana cuando despierte no quiero descubrir que los conejos blancos siguen ahí, y que todo fue un truco de trilero.

Que siga el espectáculo.

lunes, 22 de noviembre de 2010

REVOLUTION BLUES BAND



Pocas veces los caminos se cruzan y las carreteras confluyen para que viajeros tan singulares se encuentren.
Cuando los conocí, nada más verlos, actuando en aquella coctelería, me quede pasmado ante su talento. Eran condenadamente buenos y me contagiaron con su ritmo.
El pequeño local apenas tenía clientes, pero era un buen auditorio y el sonido vibrante y profundo, así que me acerqué a la barra y le pedí al barman un gin-tonic Bombay Sapphire. Me acomodé en un taburete sumergiéndome por completo en aquella música que retumbaba en mi pecho.
En sitios como aquel, las gárgolas, no llamamos la atención. Suelen frecuentarlos toda suerte de monstruos.
Unos escasos aplausos dieron paso a la siguiente pieza. El cantante, se acercó al micrófono y con una sonrisa cómplice, se dirigió a la sala. Se le notaba satisfecho, disfrutando del momento. Levantó su trompeta y susurró al micro.

- Revolution... blues.

La batería entró en acción con un redoble y el contrabajo marco la pauta. Todo explosionó con una energía contenida que casi me hace saltar del asiento.
Parecía que el bar se contrajera con los sonidos graves, para expandirse con las notas más altas, siguiendo los latidos de la melodía sincopada.
La bebida debía de estar cargada y me ayudaba a enlazar con el ambiente, envenenándome con ese hormigueo ambiguo que produce el alcohol y desinhibe a los más tímidos.

“ En tierra de nadie, baby...
por rutas que nadie conoce,
vadeando cauces vacíos,
otra vez me cogió la noche.”

Su voz era abrupta, pero honesta y se acoplaba como un instrumento más a la marea de sonidos.

“No quiero seguir tan solo, baby...
Ni dormir en estaciones de tren.
Quiero descansar en tu porche,
contemplando los maizales crecer.”

Entró la guitarra con un trepidante punteo que me electrificó la sangre y me elevó a un plano de compenetración absoluta con cada una de las notas. Luego, languideciendo con suavidad, aportaba sentimiento al estribillo.

“ Voy a tirar mis botas viejas,
desprenderme del polvo del camino
y aullar como un lobo herido,
que es tiempo, baby, de revolución,
que hay tiempo, baby, para la revolución.
Hey, nena, mi revolución...”

Ya apuraba mi bebida y la mano izquierda palmeaba mi rodilla al compás que marcaba la banda. Parecía un blues clásico, sencillo y sin pretensiones, pero era mucho más.

“En tierra de nadie, baby...
se oye el rumor del viento,
voces que traen del desierto,
la arena donde presentar batalla”

“Purgad bien vuestras almas, baby...
que los graneros vacíos arden,
con sus cenizas, construiré guitarras
y alambiques de esperanza”

“ Voy a tirar mis botas viejas,
desprenderme del polvo del camino
y aullar como un lobo herido,
que es tiempo, baby, de revolución,
que hay tiempo, baby, para la revolución.
Hey, nena, tu revolución...
Tu revolución...
Uoh, oooh, uoh
¡Si, baby!.”

La reverberación tardó aún unos segundos en amortiguarse y yo seguía extasiado.
Los músicos recogieron sus instrumentos y vi como los cargaban repartiéndolos entre una camioneta y un coche que completaba la caravana ambulante y tras pasar cuentas con el dueño de la taberna, se alejaron por la carretera, rumbo a su próximo destino. En cualquier lugar donde quisieran contratarlos.

“Revolución” ¿Qué tendrá esa palabra que despierta tantos sentimientos contradictorios?. Temor, pasión, ilusión, precaución, arrojo y angustia. Esa pereza que atrofia, odio, placer y tantas desazones.

Pagué mi cuenta y me abotoné la chaqueta. Fuera hacía un frío infernal y amenazaba lluvia, pero el motel donde me alojaba estaba cerca y en pocos minutos ya estaba en mi habitación. Vacié los bolsillos esparciendo llaves, tabaco y monedas, sobre la mesilla y un papel arrugado me llamó la atención. Era un folleto que debí de coger en algún momento de la noche, donde se anunciaba la actuación de una banda de blues. En la fotografía principal, unos tipos de aspecto curtido, sonreían rodeando al batería.
Con letras azules, en el bombo, se leía el nombre del grupo.
ADI TODAY.

- Revolution, baby....

domingo, 14 de noviembre de 2010

GRIAL




Las campanas de la catedral me hicieron caer en la cuenta de que mi reloj atrasaba. Iba a llegar tarde a la cita, así que apresuré el paso.
El pasaje donde estaba ubicado el anticuario no quedaba lejos, pero sospechaba que no era el único postor y no quería que nadie se me adelantase.
Por fin llegué hasta la entrada del local y un anciano, abrió la puerta.

La noche anterior, un correo electrónico llegó al buzón de mi ordenador, que me dejó boquiabierto.
La tienda de antigüedades donde solía zambullirme en busca de libros y grabados, ponía a subasta una valiosa pieza a la que llamaban “Grial”. No había imágenes ni descripciones de su tamaño u origen. Solo la pomposa palabra y una cifra incógnita. Diez signos de interrogación seguidos, formando una secuencia.

?????????? euros

Para mí, era una clave indescifrable, pero estaba seguro de que no podía ser el precio en que se valoraba la pieza. Aquello tenía más pinta de acertijo que de una subasta clásica.
Sentados en un acogedor saloncito, el propietario de la tienda, me ofreció un té con pastas y me explicó que el “Grial” estaba dentro del pequeño arcón que había depositado en la mesa, junto a las galletas.
Quise abrirlo, pero me palmeó la mano e insistió en que hiciera una oferta antes de ver lo que contenía la caja.
¿Qué podía ofrecer al anciano?, Adjudicar números a las diez cifras ocultas era una locura, pero seguí adelante.

- Lo que hay ahí dentro, no vale nada- Dije, intentando aparentar aplomo.

Empujó la arqueta, acercándola a mí.

- Eso depende exclusivamente de ti. Es tu Grial.

¡Había dado con la respuesta correcta! Él Grial era mío. La abrí con premura y en el fondo, hallé un espejo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

LA NOCHE DE LOS DESALMADOS



*La gárgola no se hace responsable de las aventuras en que se implican sus personajes.


I

Aquella podía haber sido una tarde más, sentado frente al escritorio, en mi oficina. Acomodado en el respaldo de la butaca y con los pies sobre la mesa, esperando a que sonase el teléfono.
Últimamente había tenido pocos asuntos importantes y ya no podía costear el anuncio de mi agencia en los periódicos de la ciudad.
La luz de neón, colgada en la fachada, parpadeaba colándose por las rendijas de la persiana que cerraba la ventana, a mi espalda y yo fumaba el último cigarrillo del paquete cuando la puerta del despacho de abrió y en el marco, a contraluz, la silueta de una mujer despampanante, avanzó unos pasos.
La “gachí” me había pillado por sorpresa y mi reacción fue torpe y algo bochornosa. Bajé los pies y apagué el cigarro, sin dejar de mirar su melena dorada.
Tomó asiento antes de que la invitara a hacerlo y cruzó las piernas con ligereza. Hizo que se me erizara el vello de la espalda. La nena era un autentico pivón de ojos verdes y labios perfilados. Una pequeña peca en la mejilla aportaba fantasía y misterio al delicado rostro.

Le pregunté que la traía a mi agencia y como había sabido de mí. Con voz de seda y un ligero acento me explico que le habló de mí un amigo común, un tal Dino “Malasangre” que le dijo que yo era un tipo discreto que sabía resolver problemas.
Por el mote, yo no recordaba al señor Dino, pero seguro que le debía dinero, así que no pregunte nada más, aunque tampoco hizo ninguna falta.
La belleza me alargó un sobre que olía a pasta gansa y una dirección apuntada en una tarjeta.
Se decía que algo se estaba cociendo en aquel sitio y era muy importante para ella, saber que había de verdad en aquellos rumores.
Me dio una semana para averiguarlo. Ella me llamaría y no debía intentar localizarla.
La vi marcharse contoneando las caderas y aspiré su perfume boquiabierto. A esas alturas habría robado un banco con tal de volver a verla.


II

En los muelles, cerca de la lonja de pescado, vigilaba un pequeño almacén donde se guardaba redes y aparejos.
Hacía horas que, subiendo por una escalera de incendios, me había encaramado al tejado y observaba por un tragaluz a unos individuos reunidos en el interior. Manejaban papeles sobre una mesa hecha con una tabla y dos bidones vacíos. Al fondo veía un par de ordenadores, una impresora y montones de carpetas y archivadores.
La cosa no era demasiado emocionante, pero siempre se podían torcer. Me aseguré la sobaquera con el revolver del cuarenta y cinco y palpé la petaca de bourbon en el bolsillo de la gabardina.
El dibujo de la voluptuosa figura de una mujer de bandera, me acompañó durante toda la vigilia. Si resolvía el caso, si la impresionaba, la tendría en el bote.

Hicieron falta tres noches más para comprender en que se ocupaban aquellos tipos, cuando se reunían de aquella forma clandestina.
Con toda la discreción que me fue posible les hice fotos, para los archivos y anoté nombres, datos e informaciones que me parecieron relevantes. Una mañana, cuando el local estaba vacío, me descolgué por el tragaluz y registré toda la estancia. Copié algún documento y descargué de los ordenadores una base de datos con direcciones de correo y fichas de gente de todo el país.
Fui muy cuidadoso y no dejé ninguna huella.


III

El día convenido, el bombón, vino a verme. Llevaba un vestido ajustado que me afiló aún más los colmillos y dio color rosado a mis cetrinas mejillas. Yo babeaba como un obseso. Ella solo quería oír el informe.
A grandes rasgos resumí lo que había descubierto y cuales eran mis conclusiones sobre la investigación, que detallaba minuciosamente en el dossier que le entregué.
Al parecer, el grupo del almacén, intentaba organizar una especie de sindicato que agruparía a los vendedores de prensa de todo el país. Tenían numerosos contactos repartidos por toda la península y parecía que los encaminaban hacia algún tipo de insurgencia.
La movida estaba bastante avanzada y estaba claro que llevaban tiempo reuniendo efectivos y seguidores. Aún no tenían una estructura centralizada y eso les hacía vulnerables, pero si nadie lo impedía, pronto iban a encontrar soluciones que los consolidaran.
Dejé que ojeara el informe, dándome tiempo para fijarme en sus rodillas e imaginar la suavidad de su cuello. Estaba tan embobado que no me di cuenta de como se le endurecía el semblante conforme iba leyendo.
Estaba muy contrariada y cuanto más crecía el enojo, más cruel era su mirada.
Guardó la carpeta en un lujoso maletín y ya de pie, mientras abandonaba el despacho me dio nuevas instrucciones.

- Quiero que desaparezcan. Tiene una semana, de lo contrario de diré a Dino “Malasangre” que no hizo bien su trabajo.

IV

Tenía varias opciones: Podía entrar en el almacén y repartir unas cuantas hostias y destrozarlo todo para acojonarlos. O simplemente vaciar el cargador cuando llegaran los cabecillas. Pero las cosas, para que duren, hay que hacerlas bien. Lo mejor era pegarle fuego al despacho clandestino, con todos dentro. Reducir a cenizas todo lo que contenía y dejar que el viento limpiara cualquier rastro de lo que allí se había estado cocinando.
Aquella era la noche perfecta, mañana terminaba el plazo para el trabajo que me habían encargado y la rubia no se andaba por las ramas.

Con un balanceo de los brazos vacié el bidón de gasolina en la puerta de entrada y subí al tejado cargando otro.
Derramé el contenido por el tragaluz empapando a los sorprendidos sindicalistas, que no entendían que estaba pasando.
Al alejarme, un fulgor rojizo, crepitaba en algún edificio, tras la lonja.
Yo había cumplido, ahora la rubia me debía una.


EPILOGO

La diva no volvió, pero recibí mi pago en un paquete sin remitente.
La prensa publicó en la crónica de sucesos una reseña sobre un terrible accidente con víctimas en un almacén de los muelles. Apenas una columna, sin fotos y que solo interesó a los familiares. Días después ya nadie hablaba del tema.

Busqué a “Malasangre” y resulta que sí le conocía y sí que le debía dinero. Por suerte pude saldar el préstamo antes de que me rompiera las piernas y salir del puti-club con algo de información.
La belleza que me contrató trabajaba para uno de los grupos de comunicación más importante del país. Controlaban televisiones, radio, prensa y empresas editoriales. También subcontrataban la distribución de sus productos. Estaba claro que no podían permitirse perder el control dejando que la base de su imperio se tambaleara. El último eslabón de la cadena no podía poner condiciones. Debían limitarse a obedecer.


Puse los pies sobre la mesa y sorbí de la petaca un poco de aquel maravilloso aguardiente.

… Y es que hay gente, que solo sabe buscarse problemas.

miércoles, 27 de octubre de 2010

MATRIUSKAS



La madera torneada resultaba cálida entre sus manos. A solas, en la intimidad de su taller, disfrutaba de aquel tacto pulido y sinuoso, emocionado por su creación.

A un lado buriles, virutas y cubiletes con esmaltes brillantes daban fe de un trabajo intenso y de una elaboración paciente dando forma a la pequeña figurita.

Ahora la miraba revisando cualquier desperfecto inadvertido durante el proceso y tras la inspección eran muchos los detalles en los que fijarse y que la hacían imperfecta. Aunque, a primera vista, el resultado era correcto.

Con suavidad desencajó las dos partes de la pieza, separándolas y del interior de la figura, mágicamente, apareció un clon de menor tamaño, que también revisó con detenimiento.

Tampoco esta era perfecta, distintas taras, otros detalles poco precisos y otros errores cometidos durante el modelado y que solo el ebanista podía ver. Aún así, la reconoció bella, hasta emocionarlo.

Igual que si destapara el estuche de una joya, separó las dos mitades de la muñeca y una nueva matriuska, más menguada esperaba ser contemplada por el maestro ebanista. Lista para pasar revista.

El artesano, absorto como estaba en su modelo, no se daba cuenta de que sus pensamientos se alejaban y con cada muñeca que posaba sobre la mesa, se ensimismaba un poco más, rescatando recuerdos de días vividos.

Las figuritas, siendo una sola cosa, eran distintas unas de otras y absolutamente irrelevantes si no encajaban con mediana perfección.

Cada linda muñequita escondía una década de la vida del carpintero. Cinco figuras diferentes y al mismo tiempo idénticas. Una dentro de la otra, dando alma a la siguiente.

Aquel objeto inanimado era la herramienta perfecta que reflejaba los pasos dados en su vida:

Del uno al diez, los primeros años de desconcierto y adaptación.

Del diez al veinte, tanto arrojo, tanta prisa por vivir...

Del veinte al treinta, tiempo en que la realidad golpea y muestra su verdadera cara.

De la treintena a los cuarenta, donde crees tener el control y los proyectos toman forma.

Y de los cuarenta a los cincuenta donde te das cuenta de que en realidad, las anteriores matriuskas, nunca aprendieron nada y todo sigue resultando sorprendente.

Mañana colocaría un tocón de madera en el torno, de un calibre mayor al de la última figura, y empezaría con su modelado. Si la suerte le acompañaba, al final del proceso, todas las muñecas anteriores, encajarían en el interior del nuevo recipiente.

Aunque sería parecida a las otras no conocería sus imperfecciones hasta que la última pincelada de barniz la hiciera rutilar bajo la luz en su estudio.

El maestro se sentía igual que una caja llena de cajas; cofres que contenían tesoros y esqueletos que en algunos momentos pesaban como el plomo y que en otros solo aportaban viento y luz, mareas y risas. Él, como las matriuskas llenaba su alma con su propia alma, era recio por dentro y pulido y delicado por fuera. Su propio principio. Su propio fin.

Hay noches, tiempos de reflexión, en que la vida nos devuelve la mirada y con una desfachatez insultante nos increpa a viva voz.


- ¡He! Pazguato *, ¿Sabes quién eres?

La muñeca debería contestar

- ¡ Por supuesto! ¡ Estoy llena de mí!

Septiembre 2010

*Pazguato: Simple, que se pasma de lo que ve u oye.

martes, 12 de octubre de 2010

UN DIA EN EL MUSEO



Después de visitar salas repletas de arte contemporáneo, hacíamos cola en la entrada de la nueva sala del edificio. Hacia poco de su inauguración y eran muchos los curiosos que se acercaban para ver la exposición de los últimos descubrimientos arqueológicos.

En un edificio en demolición, las excavadoras robotizadas se toparon con los restos de un yacimiento olvidado y los técnicos ordenaron detener las obras. Para su sorpresa, bajo un montón de escombros empezaron a aparecer diversos objetos y restos deteriorados de artilugios que no supieron identificar. Dada la magnitud del hallazgo las autoridades se hicieron cargo del emplazamiento y durante años una cúpula de plasma ocultó sus trabajos a las cámaras por control remoto de los periodistas. Así que nadie sabía que era lo que habían encontrado, lo que creaba una expectación acorde con el misterio.

Para asistir a la presentación hacía falta una acreditación especial, concedida con meses de antelación. Al llegar escaneaban las pupilas de los invitados con un lector de mano, y se les insertaba un sensor de localización en la yema del dedo, el efecto duraba solo unas horas y era inocuo para el organismo. Todos estábamos acostumbrados a las medidas de seguridad que percibíamos como un bien común, después de todo era obligatorio a partir de los ocho años estar inscrito en las bases de datos del departamento de Justicia y Hacienda. La vacuna era gratuita y se suministraba en las enfermerías de los centros de educación en cada inspección mensual. En unos segundos una enfermera itinerante aplicaba un inyectable por aire comprimido que alojaba un diminuto chip en el hombro de los niños, quedando identificados y conectados a los servicios centrales, de por vida.

Una vez pasados los controles de la entrada, una cinta transportadora desplazaba a los visitantes por un circuito programado por salas y auditorios. En cada sección regulaba su velocidad para hacer más placentera la contemplación de las obras y los autómatas guía se explayaban en explicaciones y proyecciones tridimensionales.

En aquel edificio, todo era espectacular. Su misma concepción era puro arte y todo estaba dispuesto para el disfrute de los visitantes.

La pasarela deslizante nos condujo a la última sala, la más esperada. Por fin, tras años de secretismo, los elegidos, contemplaríamos los tesoros que la tierra oculto durante decenios.

Iluminada con sobriedad, la nave, enfatizaba con focos dirigidos a unas urnas verticales, en un gran espacio vacío donde las distancias entre paredes se hacían imprecisas. Solo las vitrinas brillantes y tras ellas una pantalla gigante donde ver con todo lujo de detalles que misterio se exponía en cada receptáculo, amueblaba la estancia.

Un gracioso ciborg hacía de maestro de ceremonias y nos invitó a guardar silencio y con su voz sintetizada nos explicó que a pesar de haber realizado cientos de experimentos y todos los análisis conocidos, los expertos no habían hallado respuestas para algunos de los artefactos descubiertos durante la excavación, y de ahí el título con que se había presentado el evento. Museo de los Enigmas, bautizado por el comisario de la exposición, tal era la perplejidad que le causaban los objetos.

Y por fin, nos mostraron el primer tesoro.

Al principio no impresionaba, se asemejaba a una cajita sencilla, con dos agujeros que la atravesaban de parte a parte, y en su interior unas pequeñas ruedecitas dentadas parecía que tenían la función de arrastrar una cinta que ahora estaba enredada y colgaba como un despojo. Parecía tener unos hologramas o algo parecido impreso en su superficie y según la reconstrucción realizada por ordenadores se podía leer "Los Marismeños ", sin duda se trataba de un código o una referencia sin sentido para ninguno de nosotros. También se intuían en uno de sus lados "Cara A" y en el otro "Cara B".

Boquiabiertos seguimos mirando fijamente la pantalla y nos enseñaron el segundo objeto.

Éste era cilíndrico, aun más pequeño que el anterior. Parecía un cartucho pero una rendija lo cruzaba de arriba a bajo. También se descolgaba una cinta desde el interior pero esta era más ancha, más negra y estaba surcada por pequeños taladros en sus bordes. Algún tipo de mecanismo rotatorio en su interior le hacía el receptáculo perfecto para enrollar y desenrollar la cinta. Adaptándose a la curva de su contorno, otros símbolos desconocidos aparecían al forzar el contraste; " Kodak 100 ASA ".

Nos contaron que junto a aquella especie de casquillo también se encontró fragmentos de lo que en origen debía de ser una plancha circular, del tamaño de un plato grande y que tenía toda la superficie grabada por surcos milimétricos como en una espiral interminable. Reconstruyéndolo como un puzzle obtuvieron la mitad y dedujeron que en el centro había un orificio de menos de un centímetro desgastado por algún tipo de fricción. Aquí fue más difícil encontrar inscripciones, solo un rudimentario resto de tinta había resistido el paso del tiempo; "Donna Summers" y también, "Cara A". Los expertos sospechaban que también hubo una "Cara B".

La penúltima vitrina era la menos espectacular. Solo se veían un montón de fibras, y finas láminas de algún compuesto vegetal. Su color era como el del ámbar pero estaba moteado por diminutos puntitos negros y rectángulos oscuros. Cuando las cámaras hicieron zoom aproximándose, los puntos, resultaron ser letras y símbolos de distintos tamaños. Los cuadros que bordeaban los textos, eran imágenes difusas y no se podía distinguir nada concreto. Era el más delicado de todo lo expuesto y estaba al borde de la desintegración. Con sus extremos, chamuscados y roídos por los insectos, conservaba la parte superior, donde los signos de impresión eran más relevantes y los caracteres de mayores dimensiones. Y leí; "LA VANGUARD....", y un desgarro interrumpía la secuencia.

Me quede indiferente. Aquel pliego de legajos no parecía ser nada práctico, seguro que nunca tuvo utilidad alguna.

El que más me intrigó fue el último de los cachivaches. En su urna un tubo negro, más estrecho en un extremo que en el otro y con lo que parecían dos partes superpuestas. La superior estaba coronada con una incrustación blanca y era redondeada. El extremo inferior, acababa en punta con un casquete dorado. Separando las dos mitades un aro de metal amarillo guardaba otras inscripciones sin sentido. Mont Blanc.

¿Para que servía en su origen?, Nadie lo sabía. En realidad, aquella si que era la Sala de los Enigmas. Todo parecía rudimentario, ancestro, fuera de lugar.

Aquella noche soñé con grandes aventuras donde descubría tesoros y me internaba en las grutas del pasado. Los museos siempre son estimulantes.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

LA GÁRGOLA CERS - RESORT




(Inspirado en las pesadillas de Antonio Linares, de su columna CREARADICCIÓN, agosto 2010)



Hoy inauguramos por fin nuestras nuevas instalaciones y estamos convencidos de que va a ser un éxito. De hecho ya tenemos todas las habitaciones reservadas y algunos interesados en lista de espera.

Cuando iniciamos esta aventura volcamos todo nuestro entusiasmo en el proyecto, convencidos de que cuando se trabaja por el bien común la respuesta siempre es positiva. Aunque jugábamos con ventaja puesto que conocíamos la necesidad de nuestro programa de primera mano.

En LA GÁRGOLA CEDRS - RESORT, (Centro de Educación, Desintoxicación y Reinserción Social), solo hay una condición para aprovecharse de nuestros servicios: Ser quiosquero. Imprescindible ya que todas las terapias están orientadas a la desintoxicación y posterior recuperación de los cerebros dañados por años de desgaste. Aunque nuestras sesiones puedan ayudar a otros sectores decidimos especializarnos en los vendedores de prensa, pues nos pareció un colectivo que requería ayuda urgente.

Como no quiero que la ilusión por el proyecto embelese mis palabras, me limitaré a enumerar las actividades que hemos diseñado y que se anuncian en el tríptico promocional de nuestro centro. Veréis que algunas de las terapias son duras y que requieren mucha fuerza de voluntad, pero son la única alternativa si queréis volver a ser personas normales sin adicciones que os encarcelen. Nosotros ponemos los medios, vosotros las ganas de reinsertaros.

1er DIA: CV - CÁMARA VACIA. Horario: de 6:00 a 22.00 h.
La CV, es una estancia de 10x10 metros insonorizada y con una iluminación tenue que solo contiene un W.C. situado en el centro. Al paciente solo se le suministran bebidas isotónicas durante su permanencia en la sala y por unos altavoces integrados en el techo se programan sonidos acuáticos, como el de abruptas cascadas, grifos abiertos y ríos que fluyen burbujeantes.

En este ambiente insólito, el paciente podrá escuchar a su organismo y liberarlo de la tensión y la opresión de su vejiga. Cuando quiera, cuando el cuerpo lo pida, tendrá a su disposición un moderno excusado donde dejarse ir sin pedir permiso. Al mismo tiempo que toma consciencia de la existencia del vacío en un espacio diáfano donde mire donde mire, no le devuelve la mirada ninguna Hello Kitty impresa en cartones. También y no menos importante Belén Esteban no vigilará sus movimientos.

Al ser la primera fase, al terminar, algunos pacientes lloran desconsolados y dan mil gracias por el bien que les hemos hecho.

Otros, los casos más graves, se desmoronan y quieren abandonar la terapia. Así que para controlar su adicción los encerramos durante una hora en un cuarto minúsculo, lleno de paquetes que les impiden moverse. A modo de "descompresión" esta reclusión les ayuda a superar el trauma.

2º DIA: AULA DE EMPATÍA PROPIA Horario: de 9:00 a 12.00 h. y de 17:00 a 20:00 h
Supervisado por los mejores psicólogos, esta terapia grupal, ayuda al individuo a exponer sus preocupaciones por turnos. Por una vez, los demás escuchan en lugar de hacerle receptor de desgracias ajenas. Durante veinte minutos, el paciente explica a los demás que dolencia tiene, los problemas que le acucian y sus congojos personales y de su familia. Durante este tiempo, el quiosquero aprende que él también importa y recupera su derecho a la compasión. Por una vez se convierte en el protagonista y durante su turno nadie lo utilizará como esparring al que boicotear el ánimo a base de basura ajena. Así superamos el síndrome de "Máquina Expendedora" que cada cinco minutos tiene que soportar situaciones incómodas escuchando desgracias de gente que no conoce. A la afirmación de: ¡Es que yo estoy muy mal! ¡Usted no sabe lo mal que lo estoy pasando!
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Les enseñamos una consigna que los inmuniza frente a dichas agresiones gratuitas y con la que acabamos la clase: ¡No me importa una mierda!. Gritamos todos al unísono, ¡Yo también tengo un grano en el culo y quiero que se sepa!

El resultado es tan satisfactorio que los asistentes siempre nos felicitan y se van a descansar hasta la noche, donde les programamos una visita guiada por la residencia para que se sientan más a gusto.

3er DIA: AGENDA MUERTA. Horario: de 10:00 a 24.00 h.
Esta es una fase muy dura donde se apoya al residente con estímulos radicales y donde si no se cumplen los objetivos castigamos al individuo sin cenar.

Una vez abierta la agenda se pone a disposición del enfermo un teléfono con tarifa plana, con el objetivo de que restablezca relaciones con amigos y familiares con los que hace tiempo perdió el contacto. Para ayudarlos con la tarea les suministramos un planing mensual para que anote sus citas y organice los encuentros. Durante todo el tiempo que dura la sesión estará acompañado por especialistas del centro para asesorarle en el proceso de superar los miedos y descolgar el teléfono para llamar a gente que os olvidó, porque nunca podíais quedar. Al principio siempre están desmoralizados y algunos se niegan por miedo al rechazo. Como soporte, los abofeteamos hasta que descuelgan el auricular y marcan el primer número de la agenda.

4º, 5º y 6º DIA: VIVE LA VIDA LOCA Horario: de 24:00 a 7.00 h.
Este ejercicio se puede realizar en solitario aunque nosotros recomendamos organizar pequeños grupos de trabajo donde el equipo ayude a superar cualquier síntoma de debilidad.

Durante tres noches seguidas se les transporta al barrio con más ambiente fiestero de la ciudad y se les abandona a su suerte con un talonario de entradas a los lugares más bulliciosos de la vida nocturna.
Como auténticos supervivientes deberán superar tres noches de ocio desmedido, sin la acuciante amenaza del madrugón acostumbrado. Podrán beber, bailar y relacionarse sin mirar el reloj, del que les privamos, para controlar la hora de irse a dormir. También se recupera la sensación de ser un individuo normal, que compagina trabajo con diversión y ayuda a disipar el miedo a no levantarse a la hora.

Si alguno se hecha a tras o pasada la media noche se pone ñoño, el resto del grupo tiene permiso para insultarle llamándolo muermo y se le obliga a pagar las copas.

7º DIA: DUERMOTERAPIA Horario: de 6:00 a 12:30 h.
Para contrarrestar los efectos del desenfreno al que les conducimos.
El séptimo día, Domingo, el paciente es atado a la cama hasta el mediodía induciéndolo al sueño mediante sustancias secretas que lo mantienen en un placentero estado de letargo para evitar que se resistan a la imperiosa necesidad de levantarse después de escasas horas de descanso.

En el caso de que las rampas y los dolores musculares sean insoportables se concederá al paciente la oportunidad de cambiar de postura, eso si, sin levantarse hasta finalizar la sesión.

Transcurrida la primera semana de terapia se realizará una entrevista privada para valorar el estado real de cada residente. Se completan varios test que confirmaran el grado de desintoxicación y el resultado de las medidas de integración en la sociedad. Si la valoración es buena, nuestro centro, le invita a seguir con el tratamiento en una segunda fase. Donde esta prohibido bajo riesgo de expulsión, acercarse a cualquier publicación, ver cualquier noticiario y hablar de trabajo durante al menos un mes.

Solo optarán a las plazas aquellos residentes que previa analítica de sangre y orina estén completamente limpios de residuos de tinta en su organismo. La mala leche también se tendrá en cuenta en el momento de la selección.

En LA GÁRGOLA CDRS � RESORT tenemos vocación de servicio, y por eso programamos estancias personalizadas para casos especiales. Solo tienes que exponer tu caso a uno de nuestros operadores, que tras asignarte un código, rellenará tu ficha.

Para más información sobre tarifas y reservas consultar en:

www.lagargolaimpasiblecdrsresort/info.cuestionario/registro.com


Atentamente.
La dirección.

viernes, 10 de septiembre de 2010

LAS REGLAS DEL JUEGO



"A la memoria de todos los quiosqueros que se han visto forzados a cerrar sus negocios por no poder elegir un servicio adecuado a sus ventas."



En aquel sótano del barrio viejo de la ciudad, la humedad espesaba el aire intoxicado por las volutas de humo de habano que alguien saboreaba.

Cuando llegamos, mi padrino, se limitó a mostrarme una silla vacía frente a una mesa desnuda. La débil luz de la lámpara colgada sobre los muebles no llegaba a descubrir los rincones de aquel antro, pero bastaba para dibujar el rostro de un hombre silencioso que esperaba sentado en otra silla, al otro lado de la mesita.

Al fondo, desafiando la penumbra; brillos, sonidos y sombras que se desplazaban me confirmaba que había más gente que me observaba, pero al no verlos con claridad, me parecía un enorme monstruo con varias cabezas y múltiples brazos que se agitaban nerviosos.

Mi anfitrión puso su mano sobre mi hombro, sin afecto e hizo un gesto para que me sentara. Al hacerlo, el rostro del otro implicado quedó a la altura de mis ojos y nos miramos con curiosidad escudriñando más allá de las pupilas. No nos conocíamos, jamás nos habíamos visto pero en ese instante yo supe de él, y él de mí y nos comprendíamos sin lagunas, llegándonos al alma el uno al otro con un lazo perpetuo.

Un objeto entró en escena, algo negro, duro y metálico que dejaron sobre la mesa. El revolver había quedado con el cañón apuntando hacía mi pecho con un mal presagio poniendo a prueba mi temple. Respiraba nervioso, el momento se acercaba y aunque los acontecimientos se precipitaban, todo parecía pasar con lentitud, fraccionado como en los sueños.

El responsable del tugurio explicó con voz pausada cual eran las reglas de juego, y su voz rasposa y profunda, produjo un leve eco en la estancia.

Antes de que las circunstancias me llevaran a aquella situación de oscuro final, un tipo como yo, jamás pudo pensar en verse envuelto en tan terrible paradigma. Fueron los malos tiempos los que me arrastraron hasta aquella inusual escena. Meses de mala racha, medidas desesperadas que no solucionaron mis problemas, callejones sin salida que me conducían como en un laberinto en el que se ha olvidado el camino de vuelta hicieron que ahora me sentase frente a un desconocido que encontró otro laberinto que no supo descifrar. Y ahora, los dos, en silencio, escuchábamos las últimas palabras que enumeraban las reglas en las que se basaba el espectáculo de aquel circo romano.

En realidad, no hacía falta saber más que se trataba de: él o yo, del azar y de tenerlos muy bien puestos. Si todo salía bien, podría dejar el sótano y seguir con mi vida durante algún tiempo. Hasta el próximo encuentro.

Saber que mi oponente era quiosquero, como yo, que sus motivos eran parecidos a los míos y que lo que pasara aquella noche afectaría a sus allegados fuera cual fuera el destino que eligiera el proyectil del revolver, no me ayudo a empatizar con el tipo. La decisión estaba tomada y ya era tarde para echarse atrás.

Lo más sórdido de la velada era intuir como los espectadores se frotaban las manos y mostraban los dientes con grandes sonrisas de satisfacción. Ellos dirigían aquel teatro de títeres de abyecto libreto, donde solo sabían representar tragedias. En sus manos estaba la elección del bufón de turno que les distrajera la velada, quitándose dos problemas de una sola vez. Por un lado tenían un quiosquero menos y por el otro a un quiosquero acojonado que resultaría aún más sumiso. Ellos tenían tiempo y recursos para minar la moral de aquellos miserables con continuos avisos sobre sus intenciones. Hacía tiempo que ya no necesitaban una red de distribución como antaño, ahora les sobraban colaboradores. Así que idearon una fórmula de desgaste, acortando plazos de pago, obligando a asumir lotes de género obsoleto y rebajando comisiones con el fin de hacer inviable la gestión de sus subarrendados. De esa forma, con la paciencia de los lobos, desgastaban la moral de los elegidos sin tener que entrar en conflictos legales y dar explicaciones de cual era su intención real.

Si a pesar de todo, el quiosquero se resistía y seguía luchando, cumplía con los pagos, se mantenía callado y se aferraba a los contratos firmados, unos hombres de traje gris, le visitaban cuando estaba a solas con un ultimátum que debía zanjar la cuestión.

 Por cabezón, te has ganado el derecho de disfrutar de nuestros servicios, unos meses más.- Le decían sin quitarse las gafas oscuras ni aun dentro del local - Lo malo es que en esta zona sois demasiados y a nosotros con un solo vendedor nos basta, así que tendrás tu oportunidad, eso si tienes redaños.

Entonces le explicaban, de que trataba el juego, una trampa vil donde ellos no se ensuciarían las manos y que abocaba al desgraciado a una lucha final por su bienestar.

Enfrentándose a un semejante, en la penumbra de un lugar incógnito, en un combate desesperado por la supervivencia, la fortuna decidiría quién seguía adelante y quién no.

Para los capos aquello era un divertimento, al día siguiente celebrarían tener una preocupación menos que perturbara su rutina y con despreocupada malicia mandarían a los hombres de traje gris a visitar al nuevo candidato que amenizara sus noches de desenfreno. Tenían de sobras donde elegir y les convenía hacer limpieza, liquidar sus cuentas minimizando sus perdidas. Haciendo que otros se la jugaran por ellos.

Era mi turno, con mi garra de gárgola, sujeté la pistola y amartillé el percutor apoyándome el cañón en la sien. O él, o yo. En aquel barrio solo debía de quedar uno.

jueves, 26 de agosto de 2010

DURA, LO QUE DURA DURA



...Y después del éxtasis, si no hay amor, queda el vacío. Es como beber por beber o reír los chistes del gracioso de turno por compromiso. Las cosas hay que sentirlas, acariciarlas y sobre todo disfrutarlas, de lo contrario no solo no se aprovechan si no que te amargan la existencia.

El espíritu luchador e independiente de la Gárgola, difícil de domesticar durante décadas, encontró la horma de su zapato cuando se instaló en el quiosco. Pensaba que por fin su errática vida tenía un pequeño oasis donde establecerse y asegurarse el sustento. Como era su decisión no le importó encadenarse a horarios terribles que empalmaban días y días alejándole de la vida libertina que llevaba hasta entonces. No se amedrentó ante la dificultad y se mantuvo firme y autoritaria cuando las cosas se torcían, demostrando su talante dispuesto y siempre resolutivo.

Cuando algo no le pareció justo, se enfrento con quién fuese el responsable, exigiendo la pertinente rectificación. Apeló a organismos, alzó la voz y reunió aliados... Pero al final, siempre volvía sola a sus quehaceres, cada vez un poco más exhausta, y los años pasaron tan deprisa que cuando quiso darse cuenta la juventud le había abandonado, y aunque rica en experiencia su energía ya no era la misma.

Para colmo de sus males llegaron las vacas flacas (Según el libro sagrado siete años de penurias) y se dio cuenta demasiado tarde de que el abrevadero de su espíritu estaba casi seco.

Con urgencia busco remedio para su mal y el boticario le preparó un emplaste que maquillaba su sarna, pero no la sanaba, así que el mal fue apoderándose de sus huesos hasta hacerlos frágiles y el hecho de ponerse en marcha cada madrugada cada vez era más dificultoso.

Ahora ya no disfruta con su oficio, porque ya no es un trabajo en el que volcar su ilusión, es una guerra, una terrible lucha contra la sequía, una incertidumbre que acongoja.

Una buena consejera (Rosy) le dijo un día que sería bueno que en vez de pasarse el día reivindicando debería de centrarse en ordenar su agenda en términos comerciales, y tenía mucha razón, pero amiga mía, la cosa dura lo que dura dura, y para los quiosqueros no hay Viagra patentada que anime el asunto. Así que nos contentamos consolándonos unos a otros, como deben hacer los colegas.

Arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Falta definir quién va de ida y quién está ya de vuelta. Quiénes llegaran a su destino y cuantos se quedaran en el trasiego de despropósitos que el sistema nos impone.

Mientras "la cosa" está dura, el corazón bombea y la adrenalina fluye. Los sentidos se agudizan y el deseo de culminar mantiene la excitación, las ganas de conquistar y en definitiva la ilusión. ¿O es al revés? Y es la ilusión lo que la mantiene dura.

¡Vaya dilema!, Sin ilusión, sin píldoras azules ¿Qué mantendrá la excitación?

El pan nuestro de cada día, que a mi nadie me da, se transforma en mendrugos duros de roer y aun así lo saboreo porque es lo único que tengo. Y me contento, pero no sacia mi apetito.

Tiempo atrás, la gárgola empecinada y corrosiva no hubiese dudado en hacer borrón y cuenta nueva, cambiar de aires y embarcarse en una nueva aventura pero hoy las cosas no son tan sencillas. Ya no es joven y la artrosis se afianza en sus alas de murciélago, por eso no levanta el vuelo y sigue anclada al quiosco capeando como puede las interminables jornadas.

Es virtud de los jóvenes estar siempre dispuestos, a punto para cualquier lance, "duros" como el mástil de un velero. Y su ilusión capaz de arroyar a quién se interponga, por eso pienso que son ellos a los que hay que escuchar, preguntar y respetar porque son los que modelan el futuro y siempre van un paso por delante en cuanto a fantasía e ilusión.

No escuchar a los mayores, a veces es sano. Dejarse llevar por la inocencia siempre es sabio.

¿Es ésta una profesión para viejos? ¿Hay futuro para gente joven que quiera zambullirse en esta sacrificada elección? ¿Cómo haremos para que nos transmitan sus necesidades?, y nos planteen nuevas rutas a seguir.

Como os digo, la cosa dura, lo que dura dura, y el paralelismo entre la excitación y el objeto del deseo mantiene las vergas en alto el tiempo que haga falta. Solo sangre nueva, virgen y sin vicios puede encontrar la manera de desmontar los diques que no dejan fluir este río y lo estancan hasta putrefactar sus aguas.

A ellos, aún se les pone dura.

Nota: Como sé que más de un quiosquero se sentirá ofendido en su hombría quiero decirle que en este artículo nunca se habló de sexo. ¡Salud hermanos!

jueves, 12 de agosto de 2010

MEA CULPA



Ya en otras ocasiones he dejado entrever mi pensamiento acusador para con los profesionales del sector. Como siempre, no solo no me excluyo de mi implicación en el drama, si no que asumo ser el saco al que hay que apalear.

Mirándolo desde fuera, desde el punto de vista de una persona ajena al sector, nuestro negocio es una apuesta segura. Un negocio limpio donde la inversión en cuanto al producto, siempre se recupera y en el que no existen mermas, ni, a poco que se controlen, productos perecederos. Tampoco requiere un capital desorbitado, ni apuestas por genero que pasa de moda con el fin de temporada. Por lo tanto a priori es una buena apuesta si uno quiere ganarse la vida de forma independiente. Solo hay que estar dispuesto a trabajar más horas que nadie, sacrificando la sana costumbre de relacionarse con la familia y amigos.

Para muchos eso es suficiente, pero la realidad es que el valor de una hora de trabajo se mide por la rentabilidad que esta produce y en nuestro caso hay una clara inversión de términos.

- ¡ Yo trabajo más que nadie!, ¡Sin fiestas! ¡Sacrificando horas de sueño! ¡Pobre de mí, que nadie me entiende!

Las reglas del juego siempre estuvieron claras y ya desde el primer día, cuando firmabas los acuerdos con los distribuidores, saliste del despacho del responsable de zona pensando que te habían tratado como una mierda y que te estaban haciendo un favor. Y aun así, seguiste adelante porque creías en tu sueño y estabas seguro de tu capacidad de trabajo, pensando que si lo ponías todo de tu parte, el negocio (un negocio redondo), acabaría por cuajar y con el tiempo, quién sabe, reducir la jornada laboral, o contratar a un sustituto para los fines de semana.

Pero eso no es suficiente. Los quiosqueros han estado demasiado tiempo petrificados como gárgolas, dejando el tiempo pasar, asustados en sus conchas, confusos frente a facturas encriptadas (Que muchos ni siquiera repasan porque son abrumadoras), dejándose llevar por las circunstancias y acatando cualquier decisión que les impusieran, por descabellada que esta fuese.

Creímos que con nuestro buen hacer y el máximo compromiso era suficiente y nos anclamos en un puerto seguro incapaces de correr riesgos.

Y nos olvidamos de que los tiempos cambian. Ahora se vende menos y con menos porcentaje de comisión. Hay más títulos que controlar (Cabeceras que triplican el mismo contenido con tres formatos diferentes), menos distribuidores, más monopolio, más obligaciones (cartillas, cupones, reservas garantizadas...), más dependencia, menos capacidad de decisión y por lo tanto menos porvenir. Pero no vale echarle la culpa a otros, de nada sirve lloriquear.

En todo el tiempo que llevo en el sector solo he escuchado una voz que reclamó con contundencia sus derechos y me hizo abrir los ojos. Su propuesta no era nada convencional y hurgó en las llagas más profundas del sistema.

En su discurso nos contaba que, como empresarios, el precio final del artículo que comercializamos era potestad nuestra y por tanto había que negociarlo con el productor, estudiando su rentabilidad final. La cosa tiene su lógica ¿no?.

Yo, sé que quién defendía este sistema, sigue creyendo en la fórmula y que no se cierra en banda en cuanto al redactado del acuerdo. Pero no entiendo porque su propuesta ha caído en saco roto y casi se desvanece.

En una columna anterior ya dije que a los consumidores hay que reeducarlos para que den un valor justo a lo que vendemos. ¡Ya esta bien de oír! - ¿Y hoy que me regalas? - Mientras pones cara de póquer y piensas, mi alma no porque ya la vendí hace tiempo.

Entonar él me culpa, para un impío como yo no es tarea fácil. Saber que soy parte del problema resulta cuanto menos deprimente.

Tal vez el iluminado aventajado que nos proponía la tremenda locura de controlar el precio de lo que vendemos, no tenga razón y eso provoque aún más caos en el sector. A lo mejor es solo un loco... En todo caso, en los últimos años nunca escuche una propuesta más valiente que esa, y por eso la suscribo.

De lo contrario ¿Qué nos queda?, ¿Poner más de nuestra parte? ¿Seguir en este juego en el que no se pueden pedir cartas?, ¿Esperar a ver quién es el que más resiste? ...Puagg!!!, Se me revuelve el estómago ante tan poca solidaridad.

Si este amigo mío está loco, pues muy bien, que nadie le haga caso pero sería de agradecer que la indiferencia no calara en vuestro ánimo y comprendierais que el vendedor de prensa al uso, ya no tiene ningún sentido y por tanto hay que renovar la fórmula.

Si dejamos que sean otros (como siempre) los que decidan por nosotros, todos acabaremos entonando la misma oración.

- Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.

Nota: Este, es ya un debate viejo, pero no está agotado. Soy consciente de que cualquier esfuerzo individual no es suficiente, pero no por eso innecesario. Hoy la red bulle con foros, chats y páginas dedicadas al mundo del quiosco. Son muchas las voces que se alzan en la misma dirección, y aún así seguimos trabajando separados.

miércoles, 28 de julio de 2010

EL MISTERIOSO CASO DEL QUIOSQUERO DESAPARECIDO



El precinto policial fijado en la entrada del local alertó a los vecinos de que algo malo estaba pasando en la librería del barrio.

Varios vehículos de policía y una ambulancia con las sirenas mudas cortaban el acceso al tráfico y un cordón de hombres uniformados mantenían a los curiosos a una distancia de seguridad. Aquella madrugada, la gárgola, llegó de su ronda nocturna y por primera vez se encontró con la persiana bajada, cerrada a cal y canto. El librero no había abierto a su hora y tampoco respondía ni a los golpes en la persiana, ni a las voces de su amigo. Los minutos pasaban y después de agotar las posibilidades que se le ocurrían para aquel hecho tan extraño, decidió que lo mejor era dar parte y ponerlo en manos de profesionales.

Nadie sabía donde estaba el quiosquero, sin duda, había desaparecido.

Lo más extraño era que, cuando forzaron la entrada con palancas, comprobaron que el local estaba cerrado por dentro con pestillos y que eso solo se podía hacer desde el interior.

La primera inspección sirvió para cerciorarse de que allí no había nadie, aunque estaba todo revuelto y desordenado. Fue un registro rápido, pues un cuerpo ocupa lo suyo y aquello tenía pocos metros cuadrados. Así que llamaron a los forenses para que revisaran posibles pistas que esclarecieran aquel enigma, mientras los agentes interrogaban a la gárgola. A falta de mayordomo, el culpable seguro que es el más feo por eso el monstruo alado tenía todos los puntos.

Pronto se desmontó el supuesto pues comprobaron la coartada de la gárgola y los porteros de la disco de moda corroboraron que estuvo toda la noche de copas, hasta que cerraron.

Los agentes especializados, desplegaron su instrumental y empezaron con su análisis. Tomaron muestras aquí y allá, y fotografiaron cada rincón mientras otros revolvían los papeles y facturas guardadas en cajones. El especialista informático intentaba desencriptar la clave de acceso en el ordenador y el inspector al cargo de la operación resoplaba perplejo ante el enigma que se les planteaba cuando algo llamó su atención en una repisa de la estantería donde se acumulaban archivadores y unas bandejas con documentos.

Un resplandor azulado fluctuaba en el fondo de una caja de uno de sus estantes. Era una luz energética, pulánte que creaba una leve vibración a su alrededor.

Con precaución, el agente, se acercó midiendo sus pasos. El zumbido aumentaba cuanto más cerca estaba y el brillo se tornaba más hiriente así que se protegió los ojos alzando la mano.

 ¡He!, Tú. Gárgola ¿Qué coño es esto? - Gritó autoritario al desconsolado monstruo que esperaba en un rincón.
 Es la caja de los cupones.
 ¿La qué?
 Ahí guardamos las cartillas y cupones que recortamos de los periódicos. Ya sabe, lo de las "promos" de todos los cachivaches que vendemos con la prensa.
 Ya... cupones. Algo inofensivo ¿no?
 Según como se mire.- Contesto la gárgola.
 ¡Lo tengo!, - interrumpió el informático- estoy dentro.

Minutos después los ojos expertos del técnico localizaron un icono en la pantalla y pulsó el botón del ratón para activarlo. Un archivo de vídeo se maximizó en el monitor. El rostro del quiosquero, con gesto estático había sido capturado por la webcam y miraba a los ojos de los inspectores.

 ¡Dale al play de una vez!

El vídeo avanzó y tomó movimiento, pronto el quiosquero empezó a hablar.

"Hoy es lunes, día de recontar los vales y cupones de esta semana que ha sido especialmente complicada.

Algún día me he visto obligado a recortar un cuarto de página del diario para que el cliente pudiera llevarse el tenedor, el yoyo, el corsé, y la reserva de un colchón de agua. También ha sido especialmente prolija en vales de suscriptor. En muchos casos de clientes que nunca habían visto y que nunca volveré a ver. El miércoles llegaron cartillas de la promoción para unas piernas ortopédicas y los que las trajeron tampoco eran clientes míos. Seguro que conseguían los cupones en algún bar o en su oficina. El caso es que ha sido un acierto de la editorial y la gente se ha volcado con esta promoción. Dicen que la próxima será de unas cartillas con las que te regalan un trasplante de órganos y un coleccionable de narices de quita y pon.

Confieso que estoy asustado, llevo horas clasificando y recontando las estampitas y tengo una extraña sensación. Conforme las voy acumulando una extraña energía hormiguea en mis extremidades y los oídos empiezan a zumbar.

Sé que algo malo va a pasar, por eso me decido a gravar él cuadre final para que quede constancia de lo que suceda y si lo que me estoy temiendo acaba por cumplirse, podáis entender a que me enfrento.

Este es el último cupón del recuento, el que lleva un "suspensorio" con el escudo del Barça.

¡Que sea lo que Dios quiera! "


El hombre del vídeo se levantó y por un momento desapareció del encuadre, luego se le veía como dejaba caer el papelito en la caja de la estantería y de repente una explosión luminosa cegó la pantalla dejándola completamente en blanco. Cuando la imagen se recompuso, el quiosquero ya no estaba.

Los policías estaban atónitos, pero para la gárgola no había ningún misterio. Ya sospechaba que algo así había pasado. Pues cada vez era más evidente que aquel sistema al que obligaban a los vendedores tendría consecuencias funestas.

Tal acumulación de justificantes de venta, cartillas, fichas de reserva y vales de suscripción, llegaron a su masa crítica y el último, el del suspensorio, colmo el límite colapsando la materia para crear un agujero negro que absorbió al pobre quiosquero.



La potencia de la materia compactada superaba cualquier expectativa. Todo lo que estaba cerca era atraído hasta su centro, añadiendo más masa y gravedad y nada podría detener su expansión. Solo cuando la presión que ejerza sobre si misma la colapse se liberará la energía que acumula.

Pero ya nunca recuperaremos al viejo quiosquero.

lunes, 12 de julio de 2010

TAMBIEN LAS GUAPAS SE TIRAN PEDOS, Y LOS LISTOS TAMBIEN CUENTAN CON LOS DEDOS



TAMBIEN LAS GUAPAS SE TIRAN PEDOS, Y LOS LISTOS TAMBIEN CUENTAN CON LOS DEDOS
(de una canción de Los Violadores del Verso.2006)


Como soy la gárgola, seré la guapa.

Para el papel de listos, escojo a los editores.

En esta historia, los personajes NO son ficticios, y está basada en hechos reales.

Sucedió no hace muchos años, en una población en plena expansión urbanística. Su consistorio, se enorgullecía de que los mencionaran en los telenotícias, como la ciudad con más crecimiento inmobiliario de este país, mientras los ciudadanos, que se empadronaban en masa, eran en su mayoría emigrantes que se acomodaban en el sector de la construcción.

La burbuja estaba apunto de estallar. Y nadie calculó sus consecuencias.

Por aquella época, las editoriales, asustadas ante la llegada aplastante de nuevas tecnologías, pusieron a trabajar a sus encargados de marquetig (Que nadie olvide que la mejor definición para esa palabra, marqueting, es la de La Capacidad de Crear una Necesidad), que se pusieron a cavilar una solución, para que los consumidores siguieran encontrando atractivo su producto. Y acabaron contando con los dedos. No sabiendo como dar contenido y modernidad a un sistema tradicional, se limitaron a rebajarlo de categoría, apoyándose en bagatelas, que humillaban al contenido editorial de sus redactores. Y cuando eso dejó de funcionar, se limitaron a rebajar el precio de los complementos y a aumentar la variedad de estupideces que se obsequiaban con su producto. Ya nadie se extraña de que la gente tire el periódico, que acaba de comprar, en la primera papelera que encuentre al salir del quiosco. Total, lo que de verdad le interesaba, era él articulo promocional de turno.

¿Y el contenido de la publicación?, La verdadera esencia de cualquier cabecera que se precie.

Y el trabajo de profesionales que desean generar opinión, informar y ser la voz de una tendencia, ¡A quién le importa una mierda!. Bueno supongo que a quién escribe los artículos, o monta guardia cámara en mano.

¡Qué listos y que pragmáticos! ¡Qué faltos de imaginación!

Contar con los dedos, en la era cibernética, tiene su guasa. Por si no se han dado cuenta todavía, la técnica del regalo ya pierde su fuelle, humilla y prostituye la propia esencia de las empresas, para las que diseñan tan ingeniosas campañas.

Ahora, en mi ciudad no solo no se construye, sino que, además hay miles de pisos vacíos en venta y otros muchos con ordenes de embargo. Cada vez hay menos trabajo y menos dinero circulando en los comercios. En otro tiempo, la voz que alertaría y transmitiría este declive, partiría, sin duda, de una editorial, que recogiera la opinión e inquietudes de las gentes. Hoy te regala un vídeo de Paco Martínez Soria, o una sombrilla para la playa, para justificar sus ventas.

La gente ya no confía en los editores, son como magnates de artículos de importación y compiten con los bazares chinos.

¡Que alguien les regale una calculadora! Contando los pies, solo tienen veinte dedos cada uno.

En esa misma época, la gárgola, tuvo un presentimiento y en su visión alertó a otros colegas del sector de los malos tiempos que se avecindaban. Unos, los que llevaban más tiempo, le dijeron que no se preocupara, que los altibajos en este negocio eran cíclicos, pero que no pasaba nada. Los diarios siempre existirían. Otros compañeros ya cerraron su negocio hace meses, frustrados por no poder aguantar la presión de los propios editores.

Y yo, el más guapo, el profeta de los malos tiempos, sucumbiendo ante mis propios miedos. Arrastrado por la inercia, seguí adelante, siempre husmeando el horizonte, por si veía una salida segura que me permitiera un cambio de orientación, pidiendo consejo a listos que cuentan con los dedos, planeando reformas, haciendo planes. Hasta que solté un terrible pedo.

Mal momento este, para cambiar de planes. Sin alternativas ni ideas que renueven mi negocio, porque lo que yo vendo ya no interesa, y en mi ciudad, la sobreoferta comercial, los cambios urbanísticos y la economía en declive, agarrotan mis ideas hasta embarullarlas de tal modo que no encuentro el hilo del que tirar.

Algo huele mal a mí alrededor, y debo de ser yo. Porque no se como salir de esta mierda que poco a poco me engulle y merma mi patrimonio.

Los listos, la cagaron, y la guapa, se dejó arrastrar en vez de salir huyendo perdiendo así su oportunidad.

En mi tierra le llamamos fer un pet o lo que viene a ser lo mismo; ha llegado al límite, kaput, es una cuestión de meses, tal vez de un par de años pero el final está claro. En algún momento tengo que tomar la decisión de dejar de vender prensa, pues exige demasiado y apenas me aporta beneficios.

La gárgola guapa, aprendió a contar con los dedos, de la mano de los genios que inventaron el sistema de cupones y cartillas, y eso le ha producido una gran úlcera estomacal que ahora requiere un tratamiento urgente.

Creo que la cagué

jueves, 1 de julio de 2010

HAMELÍN



Cuando llegó a la ciudad no era mas que una forastero que pasaba desapercibido. Nadie se percató de su presencia hasta que una tarde, de improviso, se llevo su flauta a los labios y empezó a tocar una extraña melodía.

Había escogido un buen sitio para su debut como flautista, un lugar donde todos pudieran verle y desde el que su música se repartiría por igual entre las calles de la población.

Y su canción llenó el resto del día.

Algunos se escandalizaron. Otros, cerraban los portalones de las ventanas y farfullaban asustados ante aquel nuevo sonido que les embotaba los oídos. Los más mezquinos intentaron que las autoridades le hicieran parar, aduciendo que era un enviado maligno capaz de reproducir con su instrumento la nota maldita, la cuarta tritono, la música del diablo, perseguida y castigada por la inquisición.

Tocar, lo que se dice tocar bien, no tocaba. De ahí a verlo como un emisario del averno solo demostraba la inquietud que producía en aquellas mentes cerradas.

El extraño silbido era limpio y sereno, de una métrica diferente a lo acostumbrado y permitía a quien la escuchaba caer en la ensoñación, despejando las mentes.

Como no podían prohibirle tocar sin darle más relevancia, quienes no lo querían en la ciudad se taponaban los oídos con cera y giraban el rostro, si se cruzaban con él. Estaban convencidos de que si le hacían el vacío y le ignoraban, acabaría por marcharse por donde vino, dejándolos de una puñetera vez, en paz.

Estoico, el flautista, seguía recorriendo las calles siempre envuelto en la misma melodía, y poco a poco, algunos empezaron a familiarizarse con los rizos y bucles de aquellas notas que trasmitían sueños. En sus acordes uno podía evocar el futuro o aquel perfume exótico, nuevo, que por diferente golpea nuestros sentidos y nos hace reaccionar. En el fondo, lo que oían era bello, pero demasiado diferente.

Pasó el tiempo, y sin darse cuenta, la canción, fue dejando poso en las gentes. Cuando menos se lo esperaban la sencilla escala de compases volvía a sus mente aunque el flautista no estuviese presente y se sorprendían tarareando en voz baja.

Si no estaban solos, presurosos, ahogaban el murmullo con un carraspeo forzado volviendo, avergonzados a sus quehaceres.

Así, años más tarde, en aquel lugar todo el mundo conocía al músico loco que, incansable siempre tocaba la misma canción.

Los que le seguían viendo como el chantajista que les robaría a sus mujeres, a sus hijos o les privaría de posesiones, siempre se mantuvieron al acecho, y no por que odiaran su música, que también solían cantar (hasta creerse que era de ellos y no de aquel descarriado desconocido), si no porque se dieron cuenta de que aquel nuevo sonido era una evocación al futuro y que su simpleza la hacía entendible a todos.

Con el populacho revolucionado y con miras en el futuro no se puede gobernar. Un pueblo con imaginación es como un rebaño de búfalos desbocado. Nada se puede prever si existen los sueños y gente dispuesta a llevarlos a cabo, así que un buen día, a Bartolo, que así se llamaba el gañan, le robaron la flauta y pasándola de mano en mano llegó hasta el flautista oficial del reino, el cual, con gran pompa, anunció su próximo concierto en el auditorio principal de la ciudad, donde se orquestaría su nueva composición con el beneplácito de los organismos más influyentes. Una única pieza para flauta y orquesta, llamada Sinfonía de Hamelín.

Bartolo, tenía una flauta...y sin ella, Bartolo desapareció. Tal como vino se fue sin hacer ruido pues ya no necesitaba soplar en un palo de madera para que todos escuchasen su mensaje. Ahora, la partitura, la escribirían otros que con suerte no la transformarían en algo encorsetado que le restara emoción. Su misión había acabado y por tanto nada le quedaba por hacer, salvo volver a casa, donde quiera que eso fuese.

Mientras abandonaba la ciudad, solo se sentía inquieto por una cosa. Su música, su mensaje había acompañado durante todo aquel tiempo a sus convecinos y él con su insistencia había logrado que todos se aprendiesen la canción. Desde hoy su responsabilidad acababa y quedaba en manos de gentes que siempre le menospreciaron, ¿Pesaría aquello en la calidad de la interpretación?, ¿Corromperían la pureza de su canto?. En realidad, eso no importaba, Muchos eran los que cantarían a sus hijos, como una nana, que un día, llego Bartolo, con su flauta, y toco su música sin pedir nada a cambio y que fue tal su insistencia que al final decidieron darle la razón, aunque con malas artes le privaron de su instrumento para tocar, previo pago, los mismos acordes que antes odiaban.

El flautista se marcho contento pues nunca persiguió la fama, ni el reconocimiento, simplemente tenía algo que hacer, algo que decir y solo tenía una flauta y aire en sus pulmones para hacerla sonar. Quiso que le escucharan y tocó sin descanso hasta convertir en un himno su lamento. Todo por nada, solo para él, porque tenía que hacerlo.

Una buena canción es tan perdurable como las gárgolas centenarias de las catedrales. Y aunque las toquen malos intérpretes, no dejan de ser lo que son.



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En el auditorio están a punto para estrenar la sinfonía que a levantado tantas expectativas entre los ciudadanos. La orquesta afina las cuerdas y los vientos y esperan al interprete y director que les deleitará con su virtuosismo.

Querido público, para todos ustedes, la Sinfonía de Hamelín.

Ahora les toca a ellos tocar la flauta.

viernes, 11 de junio de 2010

SUPER STARS



Cada cierto tiempo, una nueva estrella fugaz se deja caer por el quiosco. Son esos clientes que un buen día entran en el local y con sorpresa comentan que no conocían nuestra existencia y eso que habitualmente pasan por nuestra calle.

 Este año cumplimos catorce, siempre en el mismo sitio- Les deja caer el librero para que tomen consciencia de que ya está curado de espantos y nada le sorprende.
 Es que yo vivo una calle más allá y siempre compraba en la librería de más abajo de mi casa, pero...

¡ALERTA!, a este/a lo veo venir y podría dictar las frases que me va a soltar a continuación, palabra por palabra. Primero me contará que en el otro establecimiento encargo una colección y que le dejaron a medias, que los dueños son muy antipáticos y que les pides que te guarden prensa y promociones y ellos pasan de todo, y que no saben tratar con los clientes, que son los que les dan de comer. Luego comentarán lo “chulo” que es nuestro local y que le encanta todo lo que tenemos expuesto, alabando el buen gusto para escoger artículos y lo bien que lucen en las estanterías.

¡MIAU! ¡MARRAMIAU!, esto no me da buena espina, hace años que conozco a los otros libreros y se que son buena gente. Por alguna razón, los clientes SuperStars, piensan que somos competencia y por lo tanto no debemos relacionarnos, por eso le resulta fácil despotricar de nuestros colegas de gremio ganando puntos con sus halagos y lisonjas dirigidas a nuestra persona.

El siguiente paso siempre es el mismo. Se aprovisionan con algunas revistas, menudean por los estantes, preguntan y reclaman atención. Contestan a interminables llamadas de móvil, monopolizan el mostrador y se entrometen en las conversaciones iniciadas por otros clientes.
Después de pavonearse durante un buen rato sobre sus numerosas virtudes, aclarándonos que ella es una persona muy educada, con muchas responsabilidades y una vida plena, aunque complicada, por fin se decide a marcharse dejando un magnifico destello de su potencial como estrella divina.
Al comunicarle, con prudencia, el importe de los artículos que alegremente a diseminado por el mostrador se sorprende de que varias revistas mensuales de moda, una de salud y otra de cocina más alguna que otra bagatela, sumen casi veinte euros.

 ¡Huy!, me parece que no me llega, bueno ésta y ésta me la guardas, que ya pasaré mañana. Por cierto, este fin de semana ¿Podría guardarme la promoción de vídeos que saca el periódico? Es que yo me marcho fuera pero me interesa mucho esa peli, ya pasaré a recogerlo durante la semana ¡Es que voy de culo!... Pero tú me lo guardas, que yo paso seguro.
 Bueno, yo se lo apunto, pero recuerde que la prensa no la guardamos más de dos semanas.
 Nada, nada, no te preocupes, que si yo encargo algo, seguro que paso. ¿Vosotros recibís la colección de...? (Cualquiera). Es que también la estaba haciendo en la otra librería pero como no me la traen prefiero venir a buscarla aquí. Apúntame. - Luego con gesto seductor se acerca un poco más y vuelve a apoderarse de las revistas que iba a dejar en depósito y suelta la bomba. - ¿No te importa apuntármelas? Es que tengo un viaje en ciernes y así tengo algo para leer. Cuando venga a recoger lo del domingo, te pago.

¡Lo sabía!, ¡es un/a SUPERSTARS!, su fulgor ciega mi entendimiento y me lo como con patatas. Servilmente, tomo nota de todas sus peticiones y apunto la deuda en la libreta de “pendientes” que ya empieza a tener cifras fechadas hace meses y que nunca se borrarán de la lista. Cuento hasta diez, respiro a intervalos para no sulfurarme y despido al nuevo cliente lo más cordial que el cabreo me permite. Solo queda esperar que cumpla con su palabra y vuelva. Por lo menos a liquidar su deuda.
Lo malo es que, al principio, vuelve. Abona sus cuentas, realiza encargos y reservas, pide ejemplares atrasados y se hace íntimo amigo nuestro, pues está encantado de como le tratamos. Pero siempre deja un rastro en la libreta negra. Importes pequeños, a veces, otras se deja ir y la cifra ya mosquea.
Poco a poco su nivel de exigencia crece junto con su resplandor divino y al mínimo contratiempo, como puede ser recordarle que tiene revistas guardadas sin recoger, o alguna cuenta sin pagar, su actitud se torna agria y prepotente convirtiendo la situación, que solo una SUPERSTAR puede provocar, en incómoda y el hecho de reclamar seriedad en nuestro intercambio comercial fuera ofensivo para él, que es EL MÁS MEJOR, y nos ha bendecido con la elección de nuestro local para sus compras.

Me dice la Gárgola al oído que, si quiero, le saca las tripas de un zarpazo y que luego podemos colgar su despojo en la fachada para ahuyentar a nuevas Stars, pero yo lo apaciguo y le digo que ¡eso no se puede hacer! y que hay que apechugar hasta que sea posible. Le presto mis gafas de sol para que sus pupilas no sufran con los destellos de la Estrella cuando cruza la puerta y le inyecto a escondidas una dosis doble de válium que contenga sus instintos.

Al final, todo es inútil. De nada sirve nuestro buen hacer, nuestra paciencia y delicadeza. El/la SUPERSTARS siempre acaba montando el pollo, o desapareciendo sin dar opción a borrar las últimas cuentas de la libreta de morosos, o abandonando reservas y colecciones sin posibilidad de retorno. Su fulgor se desvanece tal y como apareció, como un cometa vertiginoso y helado que arroya lo que encuentra en su camino.
Hoy debe brillar en otro quiosco, hablando mal de mí y de la gárgola, a otro colega mosqueado y que ve lo que se le viene encima. Durante un tiempo, igual que una supernova explotara diseminando su divinidad hasta chamuscar las energías de su nueva víctima. Hasta que, como el cometa, siga errante su camino.