martes, 18 de mayo de 2010

CAUSA Y EFECTO



Si el aleteo de una mariposa puede provocar conmociones en el otro lado del planeta, imaginaos lo que hará el batir de las alas de una gárgola.

¿Y el vuelo de un millón de mariposas?, ¿Tiene la misma influencia sobre lo que acontece a miles de quilómetros?, o se abrirán un millón de probabilidades distintas.

La fragilidad de esos pequeños seres pone en duda su capacidad para provocar cambios relevantes a su alrededor y mucho menos que, sus movimientos, alteren el estado de las cosas en tierras lejanas. Y sin embargo, lo hacen. Esto sucede, porque así esta escrito en las leyes que rigen nuestro universo, en el que nada es casual y todo está en continuo movimiento.

Yo, como todos, tuve mis maestros. Gárgolas que se cruzaron en mi camino y que dejaron parte de su sabiduría en mis alforjas. De ellas aprendo cada día algo nuevo y con cada sacudida de sus alas, mi existencia se enriquece. Y, en ocasiones, cuando recuerdo sus lecciones reconduzco mis objetivos y mis prioridades cambian
Esos maestros, líderes anónimos e independientes, alteran el curso de las cosas y me enseñaron que nada es inamovible, que siempre existe más de una realidad y que el esfuerzo personal equivale a cambios en el entorno.

Uno de esos sabios, hace ya unos años, me regaló una esplendida reflexión que me ayuda en momentos de abatimiento.

Nada más llegar, dijo.

 Desde este mismo momento, ¡las cosas van a cambiar! - Y se tomó unos segundos para ver cual era nuestra reacción ante su mirada inquisitiva - ¡Y cambiaran porque vosotros habéis cambiado! - Continuó ante nuestra perplejidad.- Y habéis cambiado porque hoy estáis aquí. - Sentenció.

Tanta simplicidad resulta abrumadora, tanto que me embriaga.

Tomar la decisión de conocer a aquel personaje, sin duda fue un acierto, una fuerza oculta me llevó a cambiar mi rutina, mis miedos y vergüenzas para decidir que, ese día, empezaría una nueva etapa. El mismo hecho de tomar esa decisión ya estaba produciendo cambios en mi actitud y nuevas preferencias se dibujaban en mi horizonte. El Maestro lo sabía, en su sapiencia, no hacía nada más que mostrarnos el reflejo de nuestra propia realidad.

De la forma más clara en que podía mostrarnos nuestra verdadera capacidad de regeneración, nos decía.

-Ayer, nosotros, éramos unos. Hoy, ya somos otros. Y lo somos porque, ayer, tomamos decisiones, actuamos sobre lo que acontecía variando, resolviendo, influyendo sobre nuestro día a día, haciendo que, en este momento, ya seamos distintos...
Eso, demuestra algo, Sin duda nos dice, de lo que sois capaces y os muestra que tomar decisiones no es un acto de valentía, si no un gesto tan sencillo, como el aleteo de una mariposa.

En estos tiempos difíciles, conviene tomar decisiones y no esperar a que otros las tomen por ti. Hacer caso de la intuición y no posponer los planes dejándolos fluir para que puedan convertirse en realidad, buscando apoyos en entornos semejantes al vuestro y siendo generoso con quién te respalde en la consecución de vuestros objetivos.

Quedarse en la retaguardia no siempre es sinónimo de salvación y si que puede hacerte llegar el último al reparto del botín.

Parece irónico que una impasible gárgola sea vuestra consejera, nuestra casta resiste cualquier inclemencia y vosotros a mi lado, solo sois mariposas a merced de los vientos. Aunque debéis saber que existen especies que cruzan continentes dominando las corrientes de aire solo con la ayuda de sus leves alas.
No creo que seáis menos que un insecto y que si agitáis los brazos nada cambie en vuestro entorno. Levantar la voz y dejarse ver, reclamar atención y exigir tu lugar en el mundo son acciones sencillas. Yo me gané mi puesto en la cornisa después de dar tumbos por este mundo y aquí me quiero quedar, así que defenderé con garras y dientes esta atalaya y gritaré a los que me observan hasta que me escuchen y me presten atención.
Cuando la tormenta arrecie y los vientos me azoten el rostro, batiré mis alas una y otra vez, con toda la energía de que sea capaz para aguantar la posición, la que yo quiero, la que me gano con mi esfuerzo.

Un millón de gárgolas batiendo sus alas al mismo tiempo crean una corriente de acontecimientos imparable, un terremoto que hunde columnas, imperios y obliga a avanzar civilizaciones.

La mariposa al abandonar la margarita del jardín en busca de polen fresco provocó que un año después, una terrible inundación anegara campos en el otro lado del planeta.

Me niego a creer que la voz de un quiosquero no vaya a alterar nada en su melancólica rutina. Aunque sería mucho mejor que el grito de alerta fuera el mismo en todas las gargantas enterradas bajo publicaciones invendibles, cada acción individual, semejante por su fragilidad a la mariposa, tiene que tener su Efecto. Por eso, no debéis olvidar nunca cual es vuestra Causa.

Aunque no tengáis alas, no dejéis de batirlas nunca.

lunes, 3 de mayo de 2010

CIUDAD FANTASMA


AUTOR: MIQUEL FARRIOL
LECTURA: JULIÁN GIJÓN

Las gárgolas son seres longevos, por eso mismo su percepción del tiempo es distinta a la de los humanos, así que en su regreso a la ciudad, no era consciente de los años que habían transcurrido desde su partida.

A finales del año 2020, diez años humanos le separaban del día en que abandonó el quiosco (para alivio de su propietario), y hoy volvía para prevenirle de lo que había visto ocurrir en otras poblaciones cercanas.
Pronto se dio cuenta de que llegaba tarde y de como su condición de gárgola le jugaba una mala pasada.

Esperaba reconocer aquellas calles, encontrarse con rostros que se horrorizaran al cruzarse con ella, chiquillos estridentes que correteaban por las plazas y adolescentes que paseaban por ramblas y avenidas pavoneándose de su frescura. Pero nada de eso pasó. Las calles, convertidas en pasillos vacíos, solo enseñaban portales cerrados, persianas bajadas y lunas de escaparates sin luz.

Los vehículos circulaban igual que cajas herméticas que impedían a sus ocupantes relacionarse con nadie y su única razón consistía en avanzar, sin posibilidad de detenerse. Entre otras razones, porque nada se podía hacer en aquellos corredores sin vida.

Solo algún anciano se aventuraba por los senderos de hormigón y su mirada se posaba perpleja en los rótulos de los comercios donde solía hacer sus compras y que ya hacía meses dejaron de iluminar las aceras.

Se lo tomó con calma, como corresponde a un corazón de granito y siguió caminando hacia donde recordaba estaba asentado el local de su viejo amigo, pero el camino se le hacía largo y aburrido ya que a parte del vacío, nada llamaba su atención.

Aquella desolación era siniestra, haciendo palpable lo tremendamente vacías que están las ciudades cuando no hay gente en sus calles.

Y de repente, en aquel cruce apareció el librero, con las manos en los bolsillos y aspecto distraído.
Como siempre aguanto la mirada de la gárgola sin la mínima expresión de sorpresa, igual que cuando se saludaban cada madrugada, una década atrás.

- Allí estaba mi negocio – Dijo, mientras su mirada se perdía en algún punto de la calle.
 Lo recuerdo- Contestó la gárgola. En su pecho un sentimiento de culpa hizo sus palabras aun más roncas, sabedor de que era demasiado tarde- ¿Dónde están todos? - Preguntó dolido.
 Fuera, gárgola, están fuera.
 Pero, ¿Que fue lo que paso? ¿Por que ha cambiado tanto la ciudad?


El quiosquero, apesadumbrado avanzó hasta darle la espalda y mientras se alejaba, murmuraba.

 Se tomaron malas decisiones en un momento crítico y el cántaro de leche se hizo añicos en nuestras manos.

Esperó a que su figura se empequeñeciera calle abajo para después batir sus alas con furia y levantando el vuelo, tomó altura con rapidez, hasta elevarse a una distancia con suficiente perspectiva del terreno que le hiciera reconocer el contorno de aquella ciudad, y lo que vio le dio la clave de aquel fantasmagórico misterio.

La ciudad había crecido, y algunas zonas sobresalían con perfección geométrica de los límites que recordaba. Eran extensiones que de forma forzada se anexionaban a barrios periféricos.
En esos cuadrados, exágonos y lenguas de territorio, hace diez años, no se asentaban viviendas, ni servicios, ni comercio de proximidad y hoy, la gárgola, podía posarse en el tejado plano de varios edificios gigantescos donde se concentraba la vida y el ocio de los ciudadanos.

La gárgola se preguntaba

 ¿Si un ciudadano es el que habita en una ciudad? ¿ Por que sale de ella para poder sentirse ciudadano? ¿Que le impulsó a cubrir sus necesidades fuera de los límites del lugar en donde vive? ¿Fueron algunas malas decisiones las que hicieron de aquel lugar, una ciudad fantasma?.

(…..)


Los monstruos también tienen pesadillas, y la gárgola despertó de aquel largo sueño con mal sabor de boca sin poder alejar de su mente las escenas transcurridas mientras dormía.

Su viaje al futuro solo había sido fruto de su imaginación, o ¿tal vez no?

Lo que si era seguro era que aún no habían pasado diez años, y que aún estaban en el 2010.

Salud y ventas.