miércoles, 26 de enero de 2011

TRES CUENTOS



LIMBO

Cerca de la puerta de salida, espero ha que llegue mi turno.
Éste, es un lugar caótico, donde nada es lo que parece y la convivencia con los otros habitantes del lugar se hace complicada. Cada uno con sus propios intereses, con sus razones y circunstancias que nos hacen distintos y en ocasiones irreconciliables.
Aquí, como abajo, en el mundo terrenal, son muchos los estratos, niveles y estancias que nos separan. Cada uno de nosotros se acomoda como puede en el lugar que le corresponde, sintiéndose el más original o el más romántico. Otros, simplemente, dan miedo.
Ha diferencia de vosotros, humanos, nosotros, los habitantes de este limbo dantesco, somos eternos. Podemos perdurar en el tiempo y, durante nuestra existencia, crecer haciéndonos inmensos y parte de vuestra cotidianidad. Sin nosotros, vuestra vida es pobre, insulsa y llena de monotonía pues la evolución se nutre con nuestra influencia.
No es fácil esperar a que te llegue el turno. En este lugar la rivalidad devora nuestra esencia y lo mismo surgen terribles monstruos de las profundidades que invaden la habitación, que aparecen diosas hermosas de alma guerrera que te salvan de sus garras.
Todo se entrelaza, nos mezclamos, nos abrazamos. A veces, cuando perturban nuestro espíritu, denunciamos, explicamos o enamoramos, siempre con la esperanza de arraigar en vuestros recuerdos, para quedarnos ahí, formando parte de vuestras vivencias y aportando lo que somos mientras formáis vuestro carácter.
Hoy siento que alguien me llama y sé que es mi momento. Cruzaré este umbral sin retorno, y pronto, todos me conoceréis. Irrumpiré en vuestras vidas y me quedaré con vosotros para siempre. Los que me elijan, con el paso del tiempo, puede que me crean olvidado pero una vez liberado de este encierro, nadie puede borrarme del todo de sus recuerdos.
El autor que me descubrió en el limbo de las musas, empieza ahora su relato, que soy yo.
Una historia nueva llena de aventuras, fantasía y misterio.





LAS CARTAS, SOBRE LA MESA

Las malas noticias deberían llegar en sobres negros y escritas en planchas de plomo.
De poder elegir optaría por fraccionarlas en pequeñas ampollas de cristal convenientemente etiquetadas y así controlar la dosis de infortunio que el espíritu puede soportar. Pero hay veces que la mala racha llega en cubos llenos.

Con la ayuda de un abrecartas desgarró el envoltorio del paquete que acababa de recibir. Impaciente, se deshizo del papel para concentrarse en una pulcra hoja impresa. No le hizo falta leerla para saber que habían rechazado su novela, otra vez.
Defraudado, lanzó embalaje y manuscrito a la papelera y estuvo tentado de prenderle fuego, pero reparó en el resto del correo que esperaba sobre el escritorio.
Con diferentes remites, entre diversa publicidad; un sobre de su banco, otro de su compañía de seguros y el tercero, de mayor tamaño, con el logotipo del centro de salud, guardaban turno. Pensó que podía dejarlas para más tarde aunque eso no cambiaría su mensaje.
Todas eran cartas esperadas y todas le daban miedo.
Con su blancura inmaculada no avanzaban ninguna pista sobre las noticias que contenían y sin embargo las tres modificarían el rumbo de su vida.
¿Cuál abriría primero?. Las malas noticias deberían llegar en sobres negros.



TATUAJES

La aguja recorría mi piel martilleando con lujuria las líneas marcadas.
El dibujo, antes confuso, empezaba a tomar forma cobrando sentido y una profundidad que alejaba el dolor de las incisiones.
Aunque el cuvículo donde se realizaban los trabajos era aséptico, el acto en sí era abrupto y cargado de complicidad.
Él, ya lo sabía, llevaba años tatuando a personas llevadas hasta allí por las más diversas razones y ese tiempo de aprendizaje hacía que, ante él, la gente fuera más transparente y le era fácil ver a través de cualquier coraza.
Su verdadero arte no consistía en dibujar filigranas, o barrocas escenas. Su don, su magia iba más allá y con la persona adecuada podía compartirlo.
Entendí que su trabajo no era el de un dibujante que decora la vanidad de sus clientes, lo que él hacía era extirpar, rasgar, liberando el tatuaje que siempre había estado ahí, bajo la piel, oculto por convencionalismos, por temores y malsanas privaciones. Con su técnica me hacía menos opaco a mí mismo dejando que alguno de mis demonios vieran la luz para mostrarse tal cual, dolorosos y ávidos de participar en mi existencia.

Dentro de uno, bajo la piel, conviviendo con cada una de las moléculas que nos componen, existen pasiones y angustias, emociones y frustraciones que se alimentan de alma, de su fuerza vital.
Manteniéndolas ocultas en nuestro averno particular, privándolas de luz sólo conseguimos enquistarlas, agrandado su mal.
Un tatuaje es una herida que se lleva por siempre, y que una vez cicatrizada se convierte en huella del paso del tiempo, eliminando una tumba de las que pesan en el corazón. Te hace más libre, porque tienes algo menos que ocultarte, mostrándole al mundo esa oscuridad secreta.

NOTA: tres historias finalistas en el concurso de relatos cortos (max.250 palabras) del Diari de Terrassa.

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