sábado, 10 de diciembre de 2011

EL CORAZÓN DE LAS SOMBRAS


SOMBRAS CHINESCAS
5a parte
EL CORAZÓN DE LAS SOMBRAS

 
No esperaba que a la reunión con el propietario del hotel también asistiera el enigmático joven, y confieso que me produjo malestar. Mis encuentros con aquel personaje siempre me desestabilizaban y no me apetecía estar cerca de él.
                Claudi Teixidó me invitó a sentarme en un mullido butacón frente a ellos.

-¿Le apetece una taza de café? ¿Un licor?

-Café está bien, muchas gracias – Respondí mientras me acomodaba nervioso en el sillón. Me sentía intimidado y aun no alcanzaba a comprender por qué me habían hecho llamar, pero Teixió parecía relajado y se mostraba amable.

El maître que aun no se había retirado sirvió las tazas humeantes, y luego nos dejó solos.

-Quiero presentarle a nuestro nuevo chef, una joven promesa que dará mucho que hablar. Theo Larsson, éste es nuestro huésped, el señor Montal.

Me vi obligado a tenderle la mano, que él estrechó con demasiada fuerza. Le notaba ansioso, siempre alerta, vigilante.
¿Un chef? ¿El cocinero? ¿Ese era todo el misterio que guardaba el muchacho? Sin duda tenía que haber algo más. Las pocas ocasiones en que lo había visto habían estado envueltas de hechos, como mínimo, perturbadores, y nunca relacionados con la cocina. Además estaban la niña, que supuse su hermana, y la mujer a la que asigné el papel de madre. Cerrando el círculo familiar imaginé al hombre muerto en las termas, como patriarca de aquel grupo.

                En mi cabeza retumbaba la afirmación de Rocío, cuando me dijo que nunca vio a la niña, y empezaba a sospechar que la mujer estaba solo en mi imaginación.
                Pronto se desvelaron algunos de los enigmas que intentaba resolver.
                El heredero de La Gárgola d’Aigua tenía una voz profunda, y hablaba con embaucadora elegancia. Entre sorbos de un café excelente fue desarrollando un monólogo que me dejó fascinado.

-¿Cree usted en los espíritus?- Y continuó sin pausa-  Pues debería, los ha visto aquí, en el hotel. Algunos de nosotros tenemos ese don, Theo además puede interactuar con ellos, comunicarse y restablecer su equilibrio. Usted, amigo mío, también tiene esa facultad, aunque a veces la verá como una maldición. Nuestra querida Maruja Bernal fue una virtuosa capaz de dominar como nadie a esas fuerzas que surgen de los abismos, pero lamentablemente la edad le ha hecho mella, y ya no puede seguir con su labor de contención. Por eso hice venir al joven Larsson, será un digno sustituto para esa misión. ¿Me sigue usted?

-No - Me limité a contestar boquiabierto.

-Seguramente estoy yendo demasiado deprisa, pero el tiempo apremia. Esta vez las cosas han ido demasiado lejos. Ya ha habido un muerto, un ser que aunque despreciable, no merecía morir y Maruja no estuvo a la altura. Las apariciones que han tomado el balneario están sedientas de venganza y no quieren marcharse.

Le interrumpí con timidez, nada de lo que me decía tenía sentido y solo hacía que me sintiera más incómodo.

-Debe disculparme, pero no entiendo ni una palabra de lo que me está diciendo.

-Empezaré de nuevo. Usted estuvo en la biblioteca ¿Cierto? ¿Encontró lo que buscaba? La historia de estas fuentes termales es fascinante ¿No lo cree? Tantas civilizaciones como las que han hecho uso de ellas y ninguna consiguió establecerse de forma permanente ¿Eso no le dice nada? Seguramente, en los documentos, encontró referencias a hechos que las hacen particulares y misteriosos, y ya habrá desarrollado sus propias cábalas. Si todo va como debiera, mañana le acompañaremos al interior de la montaña, donde brota la fuente del manantial y comprenderá mejor de que le hablo. En la gruta se abre una sima que conecta directamente con otra dimensión. Igual que una puerta eternamente abierta entre dos mundos, del que nosotros somos los guardianes. Ya veo que me mira con incredulidad, y lo entiendo. Debe comprender que nosotros no elegimos, ninguno de los que poseemos la virtud de ver más allá, escogió hacerlo, y usted tampoco, nada puede hacer por evitarlo, aunque sí puede prestarnos su ayuda.

Por lo que me ha contado Theo, los espectros que deambulan por el hotel, se están haciendo cada vez más fuertes, más voraces y si no los detenemos pronto van a cobrarse una nueva víctima. Ahora le ruego que confíe en nosotros y en lo que Theo va a contarle.

Ni que decir tiene que yo estaba catatónico, hundido entre las orejas del sillón, tan confundido que no tenía fuerzas para marcharme. No entendía como me había visto envuelto en aquella truculenta situación, pero un morbo enfermizo me hizo permanecer en el invernadero, mirar a Larsson y seguir escuchando patéticamente mudo.

El cocinero de lo paranormal se acercó un poco más a mí, manteniéndose en el borde de su sillón de mimbre. Tenía un marcado acento de algún país nórdico, pero su castellano era fluido. Toda la tensión que generaba su aspecto se diluyó mientras me rebelaba su autentica identidad, y comprendía cual era su lugar en La Gárgola d’Agua. En realidad era un chico encantador. Lo que me contó en los minutos siguientes daba sentido a muchas de las vivencias de los días anteriores.

Con suavidad, casi como una letanía adormecedora e hipnótica, me puso al corriente de cuál era el papel que cada uno de nosotros jugaba en aquellas representaciones de sombras. Primero, y para despejar cualquier duda sobre las apariciones, me explicó que la primera vez que nos vimos, en el restaurante del hotel, llegó junto al hombre que encontraron muerto, solos. El hombre era un comerciante de especias y productos de importación que tenía negocios en la India, y que suministraba al hotel alguno de los ingredientes más difíciles de conseguir. El tipo era un verdadero cabrón, un desalmado que viajaba sin parar, arrasando por donde sus negocios le llevaban. Era una persona sin escrúpulos, a la que le gustaba humillar a cualquiera, y que había hecho fortuna explotando sin miramientos a quien se acercaba a él. En una de sus estancias en el balneario conoció a Rocío, hacía de aquello unos meses, y ella se quedó prendada de su arrogancia. El marchante la utilizó sin miramientos, he incluso la llevó con él a la India, para abandonarla a su suerte pocos días después. Rocío no lo superó y lo buscó por todo el país, cuando se dio por vencida supuso que si volvía a La Gárgola d’Aigua tenía una posibilidad de volver a verlo. Por eso estaba tan afectada cuando la encontré en la biblioteca. Era una cuestión de sentimientos.

                La señora Bernal era otro tema mal resuelto. Ella sabía que la vejez mermaba sus poderes y que la situación de privilegio en la que había vivido durante años, protegiendo las posesiones de Claudí Teixidó, estaban llegando a su fin, y la corroía una envidia malsana que le hacía repudiar la presencia de Theo y su ojo tarado. Le veía como competencia, como su relevo y de ahí su desprecio.
                La mujer sin nombre y la niña de ojos rasgados eran otro cantar. Las vi en el comedor, en la piscina, a la niña en el jardín, y más tarde, a las dos, en los baños.
                Larsson me explicó que era cierto que los viera al final de aquel pasillo, atravesando un muro cubierto de baldosas de cerámica. Me dijo que aquel era el acceso natural a el manantial, y que aunque tapiado, era el camino más rápido para devolverlas a la sima. La propia energía de las apariciones hacía posible traspasar las baldosas.

                Creían, tanto él como Teixidó, que los fantasmas eran de los espíritus de las dos víctimas, que la señora Bernal ayudó a encontrar guiando a la policía años atrás, y que encontraron enterradas junto a los muros de la ermita que despuntaba en lo alto de la colina. Sin duda habían sido sometidas a torturas indescriptibles. Fue un asesinato brutal que nunca se esclareció. Madre e hija, jamás abandonaron el borde de la sima, a la espera de que alguna energía las devolviera de su abismo.
                La premeditada crueldad del viajante de especias les había abierto la puerta para vengar su muerte a manos de un desalmado que quedó sin castigo. Cuando él especiero llegó al balneario, la sincronía entre fuerzas malvadas cerró un circuito de energías oscuras y se hicieron corpóreas, aunque solo para quién es sensitivo.

                El nuevo chef  había hecho todo lo posible por mantenerlas en la gruta y devolverlas a la sima, pero los espíritus eran demasiado poderosos y le fue imposible que acabaran con la vida del marchante.

                Theo me describió como era la vía de entrada, el sumidero que conducía a la negrura y que engullía la cascada de agua subterránea. Al parecer la devolvía en ebullición en otra de las grutas desde donde se canalizaba. El agua virgen de la montaña se vertía en cascada desde el techo de la gruta, hundiéndose en un gran agujero de profundidad infinita y de ese abismo inundado provenían los fantasmas. Era una puerta dimensional, imposible de sellar. Como mucho, algunos como él, podían diluirse temporalmente en ese espacio y enfrentarse a lo que de allí surgiera.
                Según creían, yo podía ayudarles en aquella tarea, obligando a las apariciones a volver a las tinieblas.

                No tardé es enterarme de que era lo que esperaban que hiciera.

                Mientras Larsson despejaba mis dudas Claudi Teixidó escuchaba en silencio. Ahora que llevábamos un rato, juntos, podía ver que su aparente buen aspecto tenía más de cosmética que de buen estado de forma, y que su serenidad era más compostura, que tranquilidad. Tenía un ligero temblor en la mandíbula, delator de unas fuerzas que se le escapaban. No parecía en condiciones de enfrentarse a fuerzas oscuras.
               
-          ¿Y esos fantasmas? Digo la mujer y la niña ¿Se sabe quiénes eran?- Pregunté con más temor que curiosidad.


El dueño del balneario se estremeció y visiblemente incómodo se incorporó apoyándose en los brazos del sillón de mimbre. Le lanzó un dura mirada a Larsson y luego acercándose a mi dijo que tenía asuntos por resolver y debía abandonar la reunión.

-Debo retirarme, pero le dejo en buenas manos. Confíe en Theo y hágale caso en todo lo que le aconseje. Ha sido un placer conocerle, señor Montal.

Y marchó sin decir nada más. Algo me decía que mi pregunta le había molestado.
                Ya a solas con el nuevo chef le pregunté que se suponía debía hacer yo, y como podía ayudar, si ni siquiera sabía, hasta aquella misma tarde, que era una persona sensitiva ¿Cómo iba a manejar aquella facultad para expulsar a los espíritus? Larsson me tranquilizó recomendándome que me dejara llevar. Cuando hubiera que actuar, mi instinto, me marcaría las pautas. Para las apariciones, las personas como yo, actuábamos casi como un repelente para insectos, así que cuantos más fuéramos, mejor.

                -La señora Bernal también vendrá con nosotros. La necesitamos.

                -Pero ¡Apenas puede caminar!- Repliqué extrañado.

                -Pues tendrá que hacer el esfuerzo.


                A continuación, el chico del flequillo, me pidió que estuviera preparado antes de la media noche. Cuando fuera el momento me mandarían aviso y nos encontraríamos junto al muro que cerraba el jardín, más allá de la glorieta, tras unas frondosas madreselvas. Allí estaba la puerta sellada que conducía al manantial y que fuera la ruta de entrada original. Por ella accederíamos a la cascada subterránea y a la sima dimensional.

                De alguna manera alguien avisó al jefe de sala que apareció en el invernadero, y esperó paciente a que Larsson me diera las últimas instrucciones. Luego me acompañó de regreso a la parte pública del Hotel.

                Durante el corto trayecto tuve tiempo de imaginarme el pasillo húmedo y oscuro que me conduciría al mismo centro de la montaña y al corazón de las sombras.

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