jueves, 24 de diciembre de 2009

MÁS ALLÁ DE SUS NARICES


Tenéis razón en ver en mí a una amenaza. Soy vuestro peor enemigo. Vuestro lado oscuro.

En tiempos de escasez, cuando las cosechas no son buenas y las expectativas inciertas, los humanos, como las gárgolas, acentúan su sentimiento de posesión y los hacen más ariscos y menos receptivos.
Cuando en un territorio de caza empiezan a escasear las piezas no sirve de nada aumentar las batidas ni preparar nuevas trampas, simplemente porque ya no hay nada que pueda caer en nuestras redes. Se impone una migración a nuevos pastos y por tanto un abandono de posesiones y entornos conocidos. Eso o empezar a compartir recursos en busca de otro modus vivendis.

Lo malo es que yo soy incapaz de controlar mi apetito y cuando me rugen las tripas, mis garras se afilan y la saliva me chorrea por la barbilla.

Para obtener resultados en cualquier cuestión que ataña al futuro es primordial establecer un plan ajustado a la realidad y no dejarse llevar por la ansiedad. Todo tiene su proceso y su por qué y como en la física, cualquier acción conlleva una reacción y un resultado.

Los humanos ya deberían de haber aprendido que se necesitan unos a otros y que del trabajo conjunto depende su supervivencia, pero hacen oídos sordos a cualquier propuesta que no incluya un beneficio inmediato que sea palpable y repercuta en su propio enriquecimiento.

Cuando surgen propuestas que generalizan, refiriéndose a un sector concreto de población, o a un determinado colectivo de trabajadores, o a un sistema asociativo, lo primero que se os viene a la cabeza es:

- Y yo ¿Que saco de esto?

La verdadera cuestión es:
Que estas dispuesto tú ha hacer para mejorar la situación. Cual va a ser tu umbral de sacrificio y si puedes aportar, con tu trabajo, algo a esa propuesta.

Todas las épocas han sido testigo de cambios radicales en cuestiones sociales, tecnológicas, ambientales y religiosas y sobre todo en cuanto a los medios de comunicación. Hoy es más fácil que nunca trasmitir conocimientos e inquietudes y que vuestra voz llegue, instantánea, a un número infinito de receptores. Pero sois tan voraces como yo y el miedo a percibir una porción de la carroña menor que otros comensales hace que, a empujones, revindiquéis vuestro derecho a la carnaza antes de cazar la presa.
Es una buena forma de ir tirando. Pisando fuerte, sin mirar atrás. Aplastando cabezas, si es necesario, para destacar de entre los demás. ¿Por cuanto tiempo?

Más allá de vuestras narices, de vuestros problemas, de vuestras circunstancias, siempre hay otro camino que recorrer y es mejor no hacerlo en soledad.
Sabiendo invertir se obtienen resultados. Invertir en tiempo, en solidaridad, en procesos que refuercen lazos y catalicen los temores para hacerlos más suaves. Invertir en paciencia para que las propuestas lleguen a su objetivo. Invertir en confianza en los demás y librarse de envidias que en muchas ocasiones solos son el resultado de vuestra propia incompetencia.

Más allá de vuestras narices existen personas, compañeros vuestros, que con mejor o peor fortuna llevan adelante sus vidas pero que, además, trabajan para el colectivo con el objetivo de una mejora conjunta.

Oigo sin parar palabras como crisis, descenso del consumo, inflación... y todos ponéis el grito en el cielo y os rasgáis las vestiduras mientras exigís responsabilidades, pero no os veo salir de vuestra cueva. Porque, solos, sois cobardes y teméis que los monstruos acaben con vosotros.

Os confesaré que lo único que tememos los monstruos es enfrentarnos a alguien que sepamos superior, y vosotros, en conjunto, sois mucho más poderosos que cualquiera de los Titanes con los que me crié.

Si os alegraseis del éxito ajeno, si compartierais vuestras experiencias y disfrutaseis de las que otros os aportan, tal vez, y solo tal vez, tendríais una posibilidad de supervivencia, de lo contrario solo os queda el fuego del averno, al que, con gusto, os guiaré si me lo piden.

Más allá de tu nariz, mucho más cerca de lo que crees veo oportunidades que se escapan por no querer compartir, por no arriesgar ni tan solo un poco, por no querer darse cuenta de que hay soluciones que solo se encuentran sin pensar en uno mismo.

Tenéis razón en ver en mí a una amenaza. Soy vuestro peor enemigo. Vuestro lado oscuro. Un ser tan egoísta, que se creé autosuficiente.

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