jueves, 12 de agosto de 2010

MEA CULPA



Ya en otras ocasiones he dejado entrever mi pensamiento acusador para con los profesionales del sector. Como siempre, no solo no me excluyo de mi implicación en el drama, si no que asumo ser el saco al que hay que apalear.

Mirándolo desde fuera, desde el punto de vista de una persona ajena al sector, nuestro negocio es una apuesta segura. Un negocio limpio donde la inversión en cuanto al producto, siempre se recupera y en el que no existen mermas, ni, a poco que se controlen, productos perecederos. Tampoco requiere un capital desorbitado, ni apuestas por genero que pasa de moda con el fin de temporada. Por lo tanto a priori es una buena apuesta si uno quiere ganarse la vida de forma independiente. Solo hay que estar dispuesto a trabajar más horas que nadie, sacrificando la sana costumbre de relacionarse con la familia y amigos.

Para muchos eso es suficiente, pero la realidad es que el valor de una hora de trabajo se mide por la rentabilidad que esta produce y en nuestro caso hay una clara inversión de términos.

- ¡ Yo trabajo más que nadie!, ¡Sin fiestas! ¡Sacrificando horas de sueño! ¡Pobre de mí, que nadie me entiende!

Las reglas del juego siempre estuvieron claras y ya desde el primer día, cuando firmabas los acuerdos con los distribuidores, saliste del despacho del responsable de zona pensando que te habían tratado como una mierda y que te estaban haciendo un favor. Y aun así, seguiste adelante porque creías en tu sueño y estabas seguro de tu capacidad de trabajo, pensando que si lo ponías todo de tu parte, el negocio (un negocio redondo), acabaría por cuajar y con el tiempo, quién sabe, reducir la jornada laboral, o contratar a un sustituto para los fines de semana.

Pero eso no es suficiente. Los quiosqueros han estado demasiado tiempo petrificados como gárgolas, dejando el tiempo pasar, asustados en sus conchas, confusos frente a facturas encriptadas (Que muchos ni siquiera repasan porque son abrumadoras), dejándose llevar por las circunstancias y acatando cualquier decisión que les impusieran, por descabellada que esta fuese.

Creímos que con nuestro buen hacer y el máximo compromiso era suficiente y nos anclamos en un puerto seguro incapaces de correr riesgos.

Y nos olvidamos de que los tiempos cambian. Ahora se vende menos y con menos porcentaje de comisión. Hay más títulos que controlar (Cabeceras que triplican el mismo contenido con tres formatos diferentes), menos distribuidores, más monopolio, más obligaciones (cartillas, cupones, reservas garantizadas...), más dependencia, menos capacidad de decisión y por lo tanto menos porvenir. Pero no vale echarle la culpa a otros, de nada sirve lloriquear.

En todo el tiempo que llevo en el sector solo he escuchado una voz que reclamó con contundencia sus derechos y me hizo abrir los ojos. Su propuesta no era nada convencional y hurgó en las llagas más profundas del sistema.

En su discurso nos contaba que, como empresarios, el precio final del artículo que comercializamos era potestad nuestra y por tanto había que negociarlo con el productor, estudiando su rentabilidad final. La cosa tiene su lógica ¿no?.

Yo, sé que quién defendía este sistema, sigue creyendo en la fórmula y que no se cierra en banda en cuanto al redactado del acuerdo. Pero no entiendo porque su propuesta ha caído en saco roto y casi se desvanece.

En una columna anterior ya dije que a los consumidores hay que reeducarlos para que den un valor justo a lo que vendemos. ¡Ya esta bien de oír! - ¿Y hoy que me regalas? - Mientras pones cara de póquer y piensas, mi alma no porque ya la vendí hace tiempo.

Entonar él me culpa, para un impío como yo no es tarea fácil. Saber que soy parte del problema resulta cuanto menos deprimente.

Tal vez el iluminado aventajado que nos proponía la tremenda locura de controlar el precio de lo que vendemos, no tenga razón y eso provoque aún más caos en el sector. A lo mejor es solo un loco... En todo caso, en los últimos años nunca escuche una propuesta más valiente que esa, y por eso la suscribo.

De lo contrario ¿Qué nos queda?, ¿Poner más de nuestra parte? ¿Seguir en este juego en el que no se pueden pedir cartas?, ¿Esperar a ver quién es el que más resiste? ...Puagg!!!, Se me revuelve el estómago ante tan poca solidaridad.

Si este amigo mío está loco, pues muy bien, que nadie le haga caso pero sería de agradecer que la indiferencia no calara en vuestro ánimo y comprendierais que el vendedor de prensa al uso, ya no tiene ningún sentido y por tanto hay que renovar la fórmula.

Si dejamos que sean otros (como siempre) los que decidan por nosotros, todos acabaremos entonando la misma oración.

- Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.

Nota: Este, es ya un debate viejo, pero no está agotado. Soy consciente de que cualquier esfuerzo individual no es suficiente, pero no por eso innecesario. Hoy la red bulle con foros, chats y páginas dedicadas al mundo del quiosco. Son muchas las voces que se alzan en la misma dirección, y aún así seguimos trabajando separados.

1 comentario:

kioskero dijo...

Esperemos tambien no tener que escuchar ni decir lo mismo que le dijo la princesa Fátima a su hijo Boabdil al abandonar granada.
Un saludo y excelente entrada.