jueves, 18 de agosto de 2011

SOMBRAS EN EL MANANTIAL


SOMBRAS CHINESCAS
3a parte
SOMBRAS EN EL MANATIAL


    Es fácil encontrar excusas cuando no se tiene ganas de hacer algo, amparándome en eso hice unos ajustes en la programación de mi estancia en La Gárgola d'Aigua. Primero disfrutaría de sus tratamientos, y luego, si conseguía relajarme, buscaría el momento para continuar con los apuntes de la novela.
    Los hechos acontecidos en el hotel no iban a hacerlo sencillo, demasiadas distracciones alrededor.
   Revisando un folleto, que recogí de un panel en recepción, me puse al corriente de la oferta de terapias en el circuito termal del hotel y tomé buena nota de mis preferencias. Una sauna antes de dormir, ayudaría a relajarme. Tal vez por la mañana me sentiría más inspirado.

    Un biombo, estratégicamente colocado, ocultaba una de las puertas en el pasillo de las termas. La construcción modernista del balneario seguía un diseño muy particular con dos corredores anchos que se cruzaban formando una cruz. Las paredes, alicatadas con baldosas de cerámica blanca y azul, brillaban bajo la luz artificial de las lámparas y entre puerta y puerta tenían instalados bancos de madera, flanqueados por grandes kentias en tiestos ornamentados. Olía a agua y a linimento, también se veían algunos carritos con toallas y albornoces.

    El parapeto improvisado no me impidió ver el precinto policial que sellaba la puerta del cubículo donde, supuse, habían encontrado el cadáver del desdichado. Sin darme cuenta de lo que hacía me acerqué más al biombo, tentado de apartarlo y curiosear tras la puerta.

    -Ésta es la mejor hora, hay poca gente.
   
    La voz me provocó un sobresalto, volví la cabeza, apurado, como si me hubiesen pillado haciendo algo malo.
    A un palmo de mi cara, las arrugas maquilladas del rostro de Maruja Bernal, aparecieron de la nada. Verla envuelta en su albornoz, pintada como una puerta, fue una visión decadente. Pero un brillo infantil de sus pupilas, me decía que aquella mujer aun no estaba acabada.

    -A ese pobre desgraciado lo sacaron de ahí, yo salía de tomar mis vahos de hierbas y lo vi todo.
    -¿Lo vio...?
    -Todo.

    Otra vez sentía ese cosquilleo en la médula, el morbo ante un hecho insólito que disparaba mi imaginación en múltiples direcciones.
    Desde donde estábamos hasta el cruce de corredores no había nadie más que nosotros, un leve rumor de bombas de agua y el aire cargado de humedad eran nuestra única compañía.
   
    -Esta mañana dijo usted que le mataron. ¿Cómo puede estar segura?
    -Porque le pude ver la cara. Lo mataron de miedo. Esos cabrones le aterrorizaron hasta que se ahogo con su propio llanto.
    -Perdone, pero no entiendo lo que dice.
    -¡Puaff!, creí que era usted más inteligente, algo me decía que era un hombre de mundo, ya veo que no es más que otro patán. -Hizo ademan de marcharse pero como se movía con mucha dificultad me dio tiempo de cogerla del brazo y ponerme a su lado para que se sostuviera.

    Sin saber como me encontraba en medio de una gran representación de sombras chinescas. Allí nada era lo que parecía y todo resultaba intrigante. Maruja, la médium, me había metido el miedo en el cuerpo con sus insinuaciones y mientras la acompañaba al ascensor me atreví a preguntarle.

    -¿A que cabrones se refiere? - Arrastrando las zapatillas se dio la vuelta frente a la puerta de ascensor soltándose con brusquedad de mi brazo. Su cuerpo encogido por la artrosis forzó la columna hasta enderezarla y clavó sus ojos en los míos, luego los desvió hasta el fondo del corredor y se mantuvo atenta al cruce de pasillos, le flaquearon las fuerzas y de sus labios temblorosos surgió la peor de las respuestas.

    - A estos hijos de puta.

    Sorprendido, reaccioné con un respingo y me puse alerta buscando en los corredores a la horda de asesinos, pero las termas seguían vacías, solo una fuerte corriente de aire arremolinada en el centro de cruceta de los pasillos, que hacía oscilar las palmeras y aquel borboteo sistemático del agua llenando depósitos de las instalaciones.
    La vieja me había puesto los pelos de punta con sus malditas insinuaciones, en mi estado, la aparición de un hombre junto al ascensor me dejó la boca seca y los pies clavados al suelo.

    - Querida Maruja, no deberías bajar a los baños sin que te acompañe alguien del personal, ya lo hemos hablado muchas veces.
    - Déjame en paz...y ocúpate de tus asuntos, parece que los tienes algo descuidados - Con un gesto, la médium, señaló el biombo al final del corredor.

    Cuando me sobrepuse del susto observé al hombre y reconocí haberlo visto a mi llegada, junto a Rius el maître y los policías. Su cuidado pelo blanco y aquella presencia inmaculada eran inconfundibles. El hombre, apretó los labios al escuchar el comentario de la señora Bernal y pulsó el botón para que se abrieran las puertas del ascensor, luego, con un desagrado palpable me recordó la hora de cierre de los baños. Si estaba esperando algún tratamiento tenía el tiempo justo. - Yo me encargo de la señora Bernal, la sauna está en la puerta diecinueve, vaya usted, ya le están esperando.

    Volví por el corredor hasta el cruce de pasillos, la cronología de los números indicaba que el cubículo que buscaba estaba en el que se abría a la derecha, una de las lámparas del techo fluctuaba intermitente justo encima de una puerta rotulada como Sauna que se abrió mientras me acercaba, del interior salió una muchacha menuda con el uniforme del personal encargado de las terapias. Registró mi nombre en un cuadrante de su hoja de servicios y me invitó a entrar en la estancia.
   
    El vapor formaba una niebla ligera y al poco, mi piel, se perló de gotas de sudor. Sentado en un banco de travertino apoyé la cabeza en la pared e intenté expandir los pulmones. El aire caliente, saturado de humedad, dificultaba la respiración y no conseguía relajarme.
    Aquel lugar había estimulado mi mente enferma y, dejando aparte el hecho de que había un muerto real, los encuentros con los residentes del hotel solo aportaban anécdotas irrelevantes que trataba de hilvanar, para que tuvieran sentido. Pasados unos minutos mí cuerpo ya no soportaba más vapor pero me obligué a seguir sentado en un intento de controlar las bocanadas de aire que no llenaban mis pulmones.

    Me acordé de que, aquella mañana, al entrar en la biblioteca, Rocío, parecía muy afectada aunque después, en la glorieta, sus lágrimas habían desaparecido para dar paso a una extraña historia de ruidos provenientes del subsuelo que era lugar donde se encontraban las termas. Para añadir otro ingrediente, el encuentro sorpresa con la médium lleno de referencias misteriosas acerca de las causas que le habían provocado la muerte al patriarca de la familia de las piscina. Y sobre todo la mirada de odio de la adolescente en el jardín y el desprecio que mostraba el chico rubio hacia mi persona.

    El calor ya era insoportable, la piel me ardía y sentí un mareo incontrolable que absorbía todas mis fuerzas. Me costaba ver bien y no estaba seguro de poder llegar hasta la puerta. Me levante sintiendo las piernas flojas y con torpeza, cubrí mis partes púdicas con una toalla. Con el equilibrio de un beodo avancé hacia la salida guiándome por el piloto verde que marcaba el tiempo de duración de la sauna. La niebla húmeda aumentaba más su densidad, envolviéndome en un aire lechoso que me oprimía desorientándome y cuando mi mano alcanzó el picaporte tuve la sensación de que abrasaba.
    Solté un alarido retrocediendo con un trastabillo. Los ojos me quemaban y tenía que entrecerrar los parpados para fijarme donde ponía los pies. En ese momento de confusión unos potentes golpes provenientes del otro lado de la puerta, hicieron que esta vibrara combándose. Creí que iba a estallar por la presión de los embates de lo que fuese que golpeaba desde el corredor. Cada vez con más fuerza, hasta casi desencajarla del marco, una potencia misteriosa pugnaba por atravesar la puerta, al tiempo que me impedía salir de allí. Las pulsaciones del flujo sanguíneo se aceleraban martilleándome en las sienes y una melodía extraña se me introdujo en el cerebro. Parecían cánticos, como los que realizan los monjes en los monasterios, pero su escala musical era hiriente, desagradable, provocadora.
    Completamente mareado, me desplomé sobre el banco de piedra con la certeza de que, en cualquier momento, algo monstruoso entraría en la sauna para hacerme daño.

    Al empezar a recuperar la consciencia, los golpes habían cesado y el vapor desaparecido casi por completo. Respiraba un aire menos saturado y la presión de la cabeza disminuía. Completamente agotado recogí el albornoz y me desprendí de la toalla.  Con las rodillas flaqueando llegué a la puerta y salí al corredor donde la temperatura era más soportable. Aun aturdido quise inspeccionar la puerta, seguro de que encontraría las marcas de zarpazos y golpes de la bestia, pero estaba inmaculada y la luz que antes parpadeaba en el techo, ahora se mantenía iluminada como las del resto del pasillo.

    Igual que si me hubiesen vapuleado, caminé por el corredor vacío, hasta llegar otra vez al cruce. Sabía que si giraba a la izquierda encontraría el ascensor y las escaleras de acceso pero un movimiento llamó mi atención al otro lado.
    Al final del pasillo, en la pared donde terminaba, una puerta se estaba cerrando y alguien se escabullía tras ella. Tuve tiempo de ver a la niña del vestido blanco y a su hermano del ojo de víbora, la mujer que los acompañaba y que no había vuelto a ver hasta aquel momento, era la misma que estaba con ellos en el comedor y en la piscina.
    Antes de cerrar la puerta, la mujer, me miró desde la negrura que los engullía en la habitación. En aquel momento, la luz que ambientaba aquel sector del corredor se apagó por completo y solo quedaron dos pequeños puntos rojos a la atura de sus pupilas.
    Tropezando me apresuré  para llegar al ascensor con las luces apagándose una tras otra y aquellas dos brasas ardientes que brillaban entre las sombras, a mis espaldas.

     Antes de recuperar el aliento, y con la sensación de haberme desquiciado por completo, salí del ascensor en la planta baja, junto a la recepción. Recordé que al lado de la puerta de acceso, en las escaleras que bajaban a los baños, había colgado un plano de las instalaciones, con referencias numeradas para que los residentes localizaran los cubículos donde se realizaba cada terapia.
    El dibujo de las termas era una perfecta cruz invertida. Se accedía a las instalaciones subterráneas por el brazo más corto y luego se llegaba a la cruceta donde dos corredores más largos que el primero se abrían a derecha e izquierda. El último, y más prolongado, era una continuación del primero. Todas las puertas estaban identificadas y numeradas y quise saber que había en la situada al final del corredor más largo. Ninguna de las paredes que cerraban los pasillos tenía puerta, solo eran pasajes cortados que no llevaban a ninguna parte.
    Confuso y lleno de ansiedad empecé a considerar la posibilidad de que todo lo que había pasado abajo, en las termas, no fuesen más que alucinaciones provocadas por una bajada de tensión en la sauna y las malas vibraciones que, la Bernal, me transmitió. Sin embargo, todo permanecía real en mi memoria, y no podía olvidar aquellos ojos rojos que me observaban desde una habitación inexistente.

    - ¿Se encuentra usted bien? - Era Rius, el maître.

    Estuve tentado de contarle lo que había pasado en los baños, pero las palabras se agolpaban en mi garganta y no supe por donde empezar. 
   
    - Veo que esta mirando el plano de las instalaciones ¿Tiene alguna duda? Si puedo ayudarle en algo no tiene más que decírmelo.
    - Bueno, me pareció que había algo aquí - Señalé el dibujo en cruz colgado en la pared - Al final de este corredor.

    El jefe de salsa se incomodó, pero intentó ser cortés respondiendo que encontraría toda la historia del balneario en la biblioteca y que era una lectura muy recomendable pues los propietarios se habían preocupado de documentar todo el material conocido sobre aquellas fuentes termales, encargando a estudiosos y arqueólogos trabajos sobre su uso en la antigüedad.

    -Ahora, ahí no hay nada. Cuando acabó la construcción de La Gárgola d'Aigua, se cerró el acceso a un túnel que llevaba al propio manantial, era un sitio peligroso y primitivo. Creo que era una construcción del tiempo de los iberos que no ofrecía garantías, así que se cerró al público. Ahora solo se puede acceder desde el exterior. Hay una trampilla en el jardín, junto a la glorieta. Con un permiso especial aun se pueden visitar.

    Ahora estaba seguro. Yo había visto como alguien  desaparecía tras un muro que el maître aseguraba estaba cegado y que no constaba en el plano. Por otro lado, Rius, m informó que se podía llegar al manantial atreves de la losa donde Rocío oyó los misterioso ruidos y la Bernal me confundía con sus alarmantes historias sobre asesinatos a manos de los que ella llamó cabrones.
    Cabía la posibilidad de que las sombras que viera en la niebla no solo fuesen ilusiones fantasmagóricas, y que todo estuviese pasando de verdad.

1 comentario:

BANDOLERA dijo...

Ya sabes, Doña Agatha y Don Poirot... Voy a ver por qué diantres no puedo ponerte nada en El Alma Gélida.